“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).

“POR TANTO”

Introduce un resultado o consecuencia basado en lo que viene antes. En este caso, debido a que Dios formó de Adán una esposa para él, y debido a que Eva es la ayuda idónea que Adán necesita, y debido a que nada ni nadie más podía solucionar el problema de la soledad de Adán sino sólo la mujer, por eso el hombre debe hacer algo muy importante.

DEJARÁ EL HOMBRE A SU PADRE Y A SU MADRE”

“Dejar” no significa abandonar a los padres y negarles nuestra ayuda. No significa olvidar que existen y vivir ignorándolos completamente.  

Significa, más bien, que el hombre y la mujer se independizan de sus padres para formar una nueva unidad familiar, una nueva familia. Ahora el hombre y la mujer trabajarán juntos, en sus respectivas funciones, para auto-sustentarse. No deben esperar que sus padres los mantengan como lo hacían antes, porque una vez casados, la responsabilidad de sus padres hacia ellos, ha terminado. 

Este aspecto de la vida matrimonial necesita una gran reforma en muchísimas familias cristianas hispanas, ya que muchos matrimonios todavía acuden a sus padres para su sustento económico, para decirles cómo deben vivir, lo cual crea muchísimos problemas.

Por otro lado, no significa que los padres no puedan ayudar a sus hijos, ahora casados. Claro que pueden si es absolutamente necesario. Si no, entonces no deben. Ayudar a los hijos cuando no es necesario, solamente fomenta un estilo de vida dependiente e irresponsable en los hijos casados.

Y SE UNIRÁ A SU MUJER

Este es el lado positivo de formar una nueva familia. Te separas de tus padres para unirte a tu mujer, y asimismo la mujer se separa de sus padres para quedar unida a su esposo. El énfasis recae en el hombre como la cabeza de familia. El hombre tiene una gran responsabilidad delante de Dios por mantener a su familia unida y en el camino de Dios. Dios le pedirá cuentas a él primero por la condición de su familia.

Así pues, contrario a la irresponsabilidad de los hombres en muchos matrimonios y familias hispanos, el hombre, según la Biblia, es el responsable principal de mantener el vínculo familiar.

Esto se hace claro porque el texto dice que el hombre “se unirá a su mujer”. Esta es una expresión muy fuerte en el hebreo, ya que denota algo así como quedar pegado a su mujer, adherirse a su mujer. La idea es ver a su mujer como indispensable en su vida, al grado que no puede tener sentido su vida sin ella; no la ve como alguien o algo ajeno a él, sino como parte de él.

Y SERÁN UNA SOLA CARNE

Tan fuerte es la unión matrimonial, según la Biblia, que hombre y mujer ya no son dos, sino una sola carne. Es decir, hay una unión y comunión íntima entre ellos. El hombre vive para su esposa y la esposa para su esposo, y los dos viven para Dios. Deben caminar juntos, sufrir juntos, alegrarse juntos. Ninguno de los dos debe vivir una vida independiente del otro.

De acuerdo con la Biblia, un hombre que solamente lleva el sustento económico a su mujer, todavía no ha cumplido con su deber. Necesita entregarse del todo a ella, es decir, ayudarla con los hijos, en la cocina, en la casa en general; salir con ella a solas, comprarle lo necesario para su cuerpo, ayudarla en sus momentos de desánimo y angustia, etc. Si su esposa sufre, él sufre también; si su esposa está alegre, él también lo está, etc. ¿Quién, en esta vida pecaminosa, puede alcanzar el estándar bíblico del matrimonio? Nadie. Solamente en unión con Cristo nuestro Señor podemos agradar a Dios en nuestros matrimonios y familias. Apartados de él, nada podemos hacer. Cristo es nuestra fortaleza y Él no nos abandonará para llevar a cabo nuestra tarea en la institución humana más importante y divinamente establecida por Dios: el matrimonio.