Hechos 9:10-19

Predicado en la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 2 de febrero del 2020: la grabación también está disponible: https://www.sermonaudio.com/sermoninfo.asp?SID=21020522403737

Introducción

Amados hermanos, la conversión de Saulo fue un evento único y muy importante para la misión mundial de la iglesia. La iglesia tenía que llevar el evangelio a todo el mundo, y el Señor Jesús había convertido a un perseguidor de la misma iglesia para realizar ese trabajo. Como dijimos la semana pasada, los caminos del Señor son misteriosos pero sabios. Ahora bien, para que Saulo predicara el evangelio a los gentiles tenía que ser autorizado por Cristo mismo de manera oficial por medio de Ananías. Saulo no podía entrar al apostolado por sí mismo, sino que tenía que ser nombrado y autorizado oficialmente por el Señor Jesús. Y esto es lo que hoy nos toca analizar brevemente en Hechos 9:10-19. Lo haremos en cuatro partes. El Señor ordena a Ananías imponer las manos a Saulo (9:10-12); Ananías expresa su temor ante la orden del Señor (9:13-14); el Señor explica la misión de Saulo a Ananías (9:15-16); Ananías obedece la orden del Señor (9:17-19).

El Señor ordena a Ananías imponer las manos a Saulo (9:10-12)

El Señor al aparecerse a Saulo en el camino, le dio orden específica de entrar a la ciudad de Damasco donde se le diría lo que debía hacer (9:6). Y ahora en 9:1-12 vemos que el Señor ya tenía preparado todas las cosas para la nueva misión de Pablo. Escogió a Ananías, un creyente verdadero en Cristo; asimismo había escogido la casa de Judas en la calle que se llama Derecha, y le había permitido a Saulo tener una visión acerca de la visita de Ananías. En todo esto, hermanos, vemos el plan perfecto de Dios para el primer gran misionero de la iglesia a los gentiles. Esto sugiere que el verdadero servicio al Señor es el que está de acuerdo a su voluntad, el que se lleva a cabo según sus mandamientos. Asimismo sugiere que el verdadero servidor de Cristo, ya sea apóstol, pastor, anciano, diácono o cualquier otro creyente en cualquier esfera de la vida, es el que se somete a la voluntad de Cristo.

Noten que Ananías es un discípulo de Jesús, a quien se le concede también una visión. El Señor se le manifiesta en una visión y también lo llama por su nombre. Ananías reconoce que esta es una visión del Cristo resucitado, y responde con humildad y temor: “Heme aquí, Señor”. Me impacta la soberanía del Señor Jesús aquí. El Señor mismo se encarga de preparar y equipar a su iglesia para su trabajo. El Señor también ha cuidado, guiado y equipado a su iglesia durante toda su existencia en la tierra. Y lo sigue haciendo el día de hoy. Esto es de mucho consuelo y ánimo para cada creyente. El saber que el Señor cuida, guía y equipa a su iglesia para su tarea es una gran bendición.

Otra cosa que me llama la atención aquí es la información específica que el Señor le da a Ananías sobre Saulo. Ananías no tenía ninguna duda de dónde se encontraba Saulo. Ananías no iría a Saulo sin saber qué decirle; además, Dios le había dado también una visión a Saulo en la que vio que Ananías entraba y le ponía las manos encima para que recobrara la vista. Esto nos enseña que el trabajo del Señor en su iglesia no es un trabajo general o superficial, sino un trabajo bien planeado, organizado, en el que ha preparado todo para la predicación del evangelio. Hermanos, debemos confiar también el día de hoy que el Señor conoce muy bien nuestra condición, nuestras virtudes como también nuestros defectos, y Él tiene todo preparado para nuestro trabajo.  

Es muy importante que notemos también que el Señor le dice a Ananías en el v. 11 al final que Saulo ora. Sí, Saulo desde que fue convertido llegó a ser un hombre de oración. En la oración agradecía a Dios por salvarlo, reconocía su dependencia completa del Señor, y seguramente le pedía confirmación de su nueva misión. Y el Señor se la concedió con una visión. Hermanos, ¡qué importante es la oración en la vida cristiana en general, pero especialmente para la predicación del evangelio! Seamos creyentes de oración, y oremos de manera particular que Dios bendiga y haga crecer en conocimiento y número a nuestra congregación.

Ananías expresa su temor ante la orden del Señor (9:13-14)

Aunque Ananías al principio se somete a la visión del Señor, ahora observamos que él es desafiado al máximo. Y es que el Señor siempre nos sorprende, nos pone al límite para confiar en Él. Dice el v. 13 que Ananías le respondió al Señor diciendo que había oído de muchos acerca de Saulo, que tenía una mala reputación, que era un hombre violento que había hecho mucho daño a los santos del Señor en Jerusalén. Ananías también sabía incluso que Saulo tenía autoridad en Damasco de parte de los principales sacerdotes para arrestar a todos los que invocaban el nombre del Señor. Ananías, al parecer estaba muy bien informado sobre Saulo. Y esa información lo intimidaba. Además, ir a Saulo significaba entregarse voluntariamente a ser arrestado. Primeramente, debemos decir que Ananías no era un rebelde endurecido ante la orden de Cristo. Creo que él genuinamente estaba expresando su temor por la información verídica que tenía sobre Saulo. Segundo, Ananías amaba a los demás creyentes. Eran sus hermanos y hermanas en Cristo. Por eso dice que Saulo había hecho mucho daño a los santos de Jesús, es decir, a los que el Señor había redimido, perdonado, apartado del mundo y consagrado a su servicio. Tercero, Ananías quería ver crecer a la iglesia, no quería verla destruida.

Pero a pesar de todo, creo que Ananías también tenía que aprender a confiar más y más en el Señor Jesús. Tenía que aprender a someterse al plan de Dios, y aceptar que los planes de Dios son sabios y perfectos aunque no nos parezcan así. Ananías refleja el temor de todo creyente verdadero ante el peligro. Él es un ejemplo de que todos los creyentes, por muy maduros que sean, algún día tendrán miedo y no confiarán plenamente en el Señor. Pero no seamos duros con Ananías. Él fue uno de los creyentes más fieles a Dios; con la ayuda del Señor fue el instrumento escogido para que Saulo fuera enviado a la predicación del evangelio. Y esto se hará más claro más adelante.

El Señor explica la nueva misión de Saulo a Ananías (9:15-16)

El Señor Jesús no se enoja con Ananías, sino que pasa a explicarle en qué consiste la nueva misión de Saulo. Primeramente, la orden del Señor no cambió. Era la misma. Por eso el v. 15 dice: “Ve”. Nada hará cambiar los planes de Dios hermanos. Nuestra timidez no cambia el plan perfecto del Señor; tampoco nuestra duda, tampoco nuestra rebelión; tampoco nuestra indiferencia. A veces quisiéramos que Dios cambiara sus planes, y hasta nos imaginamos cómo sería nuestra vida si tan solo los planes de Dios cambiaran. Pero déjenme decirle que eso nunca va a suceder. Sus planes son perfectos no importa nuestro entendimiento de ellos. Solamente tenemos que confiar en Él.

Ahora le explica a Ananías que Saulo es su instrumento escogido. Saulo era ahora un santo entre los demás santos del Señor. No fue escogido porque se lo mereciera; fue rescatado por la gracia de Dios. Esto indica que el Señor Jesús no necesitaba a Saulo. Saulo no es el instrumento de Cristo porque fuera indispensable o porque sin él el Señor no pudiera llevar el evangelio a los gentiles. No, hermanos. Saulo es un instrumento escogido porque Cristo Jesús lo transformó en su instrumento, lo capacitó, lo moldeó a su imagen, y Saulo solamente iba a hacer lo que su Señor le mandaría hacer. Saulo en sí mismo no tenía ningún poder. Todo lo que hizo y lo que era fue por la gracia de Dios en él (1 Corintios 15:10).

Pero, ¿qué clase de instrumento sería? ¿En qué consistiría su nueva misión? El Señor sigue diciendo: “para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”. El nuevo trabajo de Saulo era Cristo mismo. Predicar, enseñar el nombre de Cristo, es decir, toda la persona y la obra de Cristo a los gentiles, ricos o pobres, e incluso a los hijos de Israel. En estas palabras percibimos la misión mundial de la iglesia, una misión que ya había empezado en principio en los primeros capítulos de Hechos. Es el cumplimiento inicial de las palabras de Cristo en Hechos 1:8 de que sus apóstoles y su iglesia recibirían poder del Espíritu Santo para dar testimonio de Él hasta lo último de la tierra.

La nueva misión de Saulo estaba completamente centrada en Cristo. Dondequiera que fuera tenía que predicar a Cristo. Esa sería su nueva necesidad, esa era la orden de Cristo para él y, ¡ay de él si no anunciaba el evangelio! (1 Corintios 9:16). Y hermanos, lo mismo es cierto para la misión de la iglesia hoy. Tenemos que presentar y llevar el evangelio a todas las naciones. Este es el trabajo de la iglesia hoy y siempre lo será. Predicar a Cristo, y a éste crucificado. Si queremos ser instrumentos escogidos de Cristo, entonces tenemos que predicar a Cristo. Nunca la iglesia debe olvidar su misión.

El Señor deja claro a Ananías que le iba a mostrar a Saulo cuánto le era necesario sufrir por el nombre de Cristo (9:16). Saulo había hecho mucho daño a los santos de Jesús, los había hecho sufrir, y ahora él iba sufrir mucho por su Señor. Las epístolas de Saulo son la mejor muestra del sufrimiento de Saulo durante todo su ministerio apostólico. Aquí debemos decir que la predicación fiel del evangelio es la mayor bendición para la iglesia, pero la bendición a veces viene junto con sufrimiento. Esto es así porque cuando se predica a Cristo, el mundo se llena de ira. Pero no debemos temer porque el Señor vivo y poderoso nos protegerá.

Ananías obedece la orden del Señor (9:17-19)

Ante esta explicación del Señor, Ananías dice el v. 17, fue y entró en la casa, y poniendo sobre Saulo sus manos, le dijo las palabras más dulces que Saulo había escuchado hasta entonces. Le dijo: “Hermano Saulo”. El perseguidor de la iglesia, el que había causado mucho daño a los santos de Jesús, ahora era un hermano en la fe, un miembro de la familia de Dios. No había diferencia entre Ananías y Saulo, entre ellos y todos los demás creyentes verdaderos. En Cristo todos obtenemos la adopción de hijos de Dios, y llegamos a ser hermanos y hermanas en Cristo. Ananías no estaba resentido, enojado o lleno de rencor. No llegó y reprendió a Saulo por su odio anterior, sino que lo saluda con las bellas palabras: “Hermano Saulo”. Solo el Señor puede transformarnos de tal manera que, cuando hay una verdadera conversión, el odio queda atrás y nos vemos como hijos de Dios.

Las siguientes palabras de Ananías revelan lo que ya habíamos dicho antes: que el Señor estaba actuando en su iglesia, que todo lo que se decía y hacía era bajo la dirección del Señor resucitado. No era Ananías quien fue por sí mismo a ver a Saulo, sino que el mismo Señor Jesús, lo envió para que Saulo recibiera la vista y sea lleno del Espíritu Santo. Una vez más, todo esto era la obra soberana de Cristo. Ananías dice: “El Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo”.

Es el Señor Jesús que estaba actuando a través de Ananías; es el Señor Jesús quien le devolvió la vista a Saulo, y es el Espíritu Santo quien llena a Saulo para capacitarlo para su nueva misión. Todo estaba siendo orquestado por Dios; y esto es así porque este relato y muchos más del Nuevo Testamento, nos enseñan que la misión de la iglesia es una obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En verdad, Saulo era solamente un instrumento escogido.

En ese momento nos dice Lucas que cayeron de los ojos de Saulo como escamas, y recibió al instante la vista. El poder todopoderoso de Cristo que lo dejó ciego en el camino, ahora lo sana instantáneamente. Este Cristo poderoso es quien lo usará para evangelizar a los gentiles y propagar el evangelio a muchas naciones y lugares.

A continuación el v. 18 dice que Saulo fue bautizado. En el caso de los adultos que creen en Cristo de corazón, deben ser bautizados. Saulo no pospuso su bautismo, sino que se sometió al bautismo cristiano. Es muy posible que Ananías mismo lo hubiera bautizado siendo Saulo así introducido al nuevo pueblo de Dios. El bautismo, hermanos, es un tema muy importante en el Nuevo Testamento. Es un mandato del Señor y es una de las señales visibles de haber sido convertido.

Después de esto Saulo comió y recobró sus fuerzas. Todo esto en compañía de la iglesia en Damasco.

Conclusión El gran enemigo de la iglesia, ahora es el instrumento escogido que iba a llevar el evangelio que odiaba a todas las naciones de ese tiempo. El que hacía sufrir mucho a los creyentes, ahora sufrirá por el mismo evangelio que quería destruir. El Cristo resucitado y poderoso cambió para siempre la vida de Saulo. Lo capacitó para su nueva misión de evangelización, usando a Ananías, un gran creyente fiel de Damasco, lo sanó de la ceguera y lo llenó del Espíritu Santo. La obra misionera de la iglesia es, ante todo, la obra del Cristo vivo que envía al mundo a sus instrumentos escogidos a quienes redime y prepara para esa obra. Ese mismo Cristo está entre nosotros hoy. Su Espíritu Santo habita en nosotros, y confiando en eso debemos seguir predicando y viviendo el evangelio. Amén.

(La primera parte del estudio de Hechos 9 se puede leer aquí: http://ebenezerreformed.org/la-conversion-de-saulo )