Génesis 8:15-22

Introducción

Amados hermanos, Génesis 6 nos describe la gravísima situación pecaminosa de la humanidad como también la decisión de Jehová Dios de destruir todo ser viviente sobre la tierra debido a la maldad de los hombres. Pero Noé halló gracia antes los ojos de Jehová (6:8), y Dios le mandó construir un arca para salvar a su iglesia del diluvio que Él iba a enviar sobre toda la tierra. Luego llegó el diluvio en Génesis 7 y se nos dice que Dios rayó (destruyó) todo ser que vivía sobre la faz (superficie) de la tierra. Al llegar a Génesis 8, en la primera mitad aprendemos que Dios “se acordó de Noé y de todos los animales que estaban con él en el arca” (8:1). Es decir, con base a su pacto, Dios procedió a ponerle fin al juicio del diluvio y a secar las aguas que inundaron el mundo. Dios nunca se olvida de sus hijos y lo demostró al preservar a Noé y su familia durante un año dentro del arca y al secar las aguas para que la humanidad tuviera un nuevo comienzo en la tierra. Y así como llegamos a nuestro pasaje de hoy: Génesis 8:15-22.

La idea central que extraemos de nuestro pasaje es la siguiente:

Dios por su gracia libra a Noé del diluvio y mantiene la vida en la tierra. Para explicar nuestro pasaje, lo dividiremos en tres puntos:

  1. Noé, su familia y los animales salen del arca (8:15-19).

Noé, su familia y los animales salen del arca (8:15-19)

Génesis 8:13 nos dice que las aguas se secaron sobre la tierra “en el año 601 de Noé”, y Génesis 7:6 nos dice que Noé tenía 600 años cuando comenzó el diluvio. Así pues, el diluvio duró al menos 1 año completo. Sí, hermanos, después de un año en que Noé estuvo encerrado en el arca, con todos los animales y con todo el mundo inundado, y con millones de cadáveres de animales y seres humanos sobre la tierra, después de ese tiempo, leemos que Dios habló a Noé en Génesis 8:15: “Entonces habló Dios a Noé, diciendo”. Ya hemos aprendido de Génesis 8:1 que Dios se acordó de Noé e hizo secar las aguas, pero se nos dice que Dios le habló. Por la forma en que Moisés, el autor, lo dice, parece que Dios no había hablado ninguna palabra con Noé durante todo el diluvio. ¡Imagínense la desesperación, la frustración de Noé durante ese tiempo! Pero nunca perdió la fe. Él sabía que Dios era fiel a su palabra, y no lo abandonaría. Y entonces de entre el silencio más estruendoso de un mundo vacío, Dios le habló otra vez. Sí, el Dios omnipotente desciende y habla con Noé. ¡Qué maravilla! Nosotros, a diferencia de Noé, tenemos la bendición de escuchar la voz de Dios cada día en su santa Palabra. Si no oímos la voz de Dios es porque desechamos y despreciamos la Biblia donde Él mismo ha dejado por escrito su voz, su poderosa Palabra.

A continuación, leemos lo que Dios le dijo a Noé, y en ese momento esas palabras fueron las más consoladoras, alentadoras y maravillosas que pudo haber escuchado: “Sal de arca”. Era tiempo de salir del arca después de un año. ¿Alguna vez has estado encerrado dentro de tu casa por mucho tiempo, que ya no soportas ni un minuto dentro de ella? Durante la pandemia de covid19 el gobierno mandó que nos quedáramos encerrados en casa a menos que fuera estrictamente necesario salir. Mucha gente ha quedado enferma de tanto encierro. Particularmente si alguien se enfermó de Covid19, esa persona tenía que guardar cuarentena, como decimos, es decir, tenía que estar encerrado en su propio cuarto por muchos días y ni siquiera podía salir a la sala o a la cocina; estaba encerrado dentro de su propia casa. Pero al sanar, salía volando de su encierro. Yo supongo que Noé y su familia y los animales salieron brincando de emoción del arca, respirando un nuevo mundo. Dios los había preservado y ahora estaban libres otra vez.

El mismo Dios que mandó a Noé que entrara al arca (Génesis 7:1), ahora le manda salir del arca en compañía de toda su familia; pero no solo eso, sino que también manda que todos los animales salieran con él. ¡Qué bueno es Dios con su iglesia y con los animales! Hermanos, hay ocasiones en la vida en que pensamos que tal vez Dios ya se olvidó de nosotros, y que ya esperamos demasiado. Tal vez estás atravesando problemas económicos, familiares o laborales, y quizá ya ha pasado un buen tiempo en que no ves la mano de Dios en tu familia. Pero quiero que vayas a la Palabra escrita donde Dios nos habla y aprendas de cómo Dios no se olvida de su pueblo, de sus hijos. Dios nos hace pasar a veces por situaciones complicadas y amargas, pero nosotros tenemos que confiar en Él, ya que Él es fiel y no se tardará, sino que en el tiempo oportuno vendrá y escucharás su voz de amor para consolarte y darte dirección para seguir con tu vida.

Observen que al final de Génesis 8:17 Dios dijo: “y vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra”. Estas palabras de bendición, al parecer, se refieren a los animales, pero también se le dijeron a Noé y su familia, como aprendemos de Génesis 9:1. Lo que quiero enfatizar es que Dios no solamente habló a Noé y le dijo que saliera del arca junto con todos los animales, sino que además le volvió a dar su bendición para que sean fructíferos, aumenten en número y llenen la tierra. La misma bendición que le dio a Adán y Eva en el jardín del Edén (Génesis 1:28) al comienzo de la creación, se la da otra vez a Noé y su familia. Esto quiere decir que Dios no mandó a Noé que saliera del arca para que se las arreglará por sí mismo en un mundo completamente vacío donde, aparte de su familia, no iba a encontrar a nadie más. Si así hubiera pasado, hubiera sido una situación muy miserable y completamente desalentadora. Pero no fue así. Dios le dijo que su bendición estaría sobre Noé, su familia y toda la creación. Esto fue lo que animó a Noé principalmente: saber que Dios y su bendición estarían para siempre con él. ¿De qué sirve poseer el mundo entero si no tenemos la bendición de Dios con nosotros? ¿De qué sirve emprender el negocio más ambicioso del mundo si no tenemos la bendición de Dios? El Salmo 127:1-2 lo pone de esta manera: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”.

Muchos cristianos suponen que cuando Dios los salva de la condenación del pecado, ahora les toca a ellos vivir su nueva vida cristiana por sus propias fuerzas, les toca mantener y preservar su salvación para que no la pierdan. Pero es no es lo que enseña la Biblia. Dios nos ha salvado de nuestro diluvio de pecado por medio de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo, pero no solo eso, sino que nos ha bendecido “con toda clase de bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). Asimismo, la Biblia nos dice que Dios “según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”, y además que por su poder “somos guardados…para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. O sea, Dios nos salva como a Noé, pero también nos da su bendición para vivir en su mundo. No nos abandona al salvarnos, sino que siempre va con nosotros. Y así llegamos a nuestro segundo punto.

Noé edifica un altar a Jehová (8:20)

Una vez salvado del diluvio, una vez fuera del arca, ¿qué fue lo que hizo Noé? Génesis 8:20 nos da la respuesta: “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar”. En otras palabras, lo primero que Noé hizo fue adorar a Dios. Dios lo había salvado a él y a su familia. Supongo que Noé estaba muy agradecido. La gratitud es una marca verdadera de todo creyente en Cristo. Esa profunda gratitud a Dios por su salvación lo impulsó a adorar a Dios inmediatamente al salir del arca. ¡Qué gran ejemplo tenemos en Noé! Antes de iniciar su nueva vida en un mundo nuevo lo primero que hizo fue adorar a Dios. La adoración a Dios es parte indispensable de la vida cristiana, y un verdadero creyente no puede vivir sin adorar a Dios.

Quiero señalar que cuando nosotros nos reunimos los domingos a adorar a Dios estamos haciendo algo parecido a Noé en este sentido: el domingo es el Día del Señor y en obediencia a su Palabra nos reunimos para adorar a Dios. Asimismo, el domingo es el primer día de la semana, y antes de empezar a trabajar adoramos a Dios. Significa que cada vez que nos congregamos con el pueblo de Dios para adorarle, estamos diciendo: “Señor lo más importante para mi y mi familia es adorarte, exaltar tu nombre, glorificarte. Antes de empezar a trabajar quiero alabarte Señor. Quiero recibir el santo evangelio, ser nutrido para empezar una nueva semana de trabajo en el mundo”. De ahí la importancia de las palabras de Hebreos 10:24-25: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Sí, hermanos, adoremos a Dios cada primer día de la semana, y no dejemos de congregarnos.

Pero Génesis 8:20 dice otras cosas importantes. “Noé edificó un altar a Jehová”, es decir, Noé sabía que la adoración y la gratitud pertenecen solo a Dios, y a nadie más. Noé no edificó un altar para sí mismo, o para sentirse animado por esta acción de sacrificar animales, sino que lo hizo porque Dios se lo había mandado y lo hizo para Dios mismo. En la adoración Dios es el objeto de nuestra alabanza. Así lo dice Deuteronomio 10:21: “Él es el objeto de tu alabanza, a él solo servirás, a él seguirás, y por su nombre jurarás”.

Génesis 8:21 también nos dice que Noé “tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia”. Ahora entendemos por qué Jehová le mandó a Noé en Génesis 7:2 que “de todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra”, es decir, más animales limpios que de los animales que no son limpios. Los animales limpios eran para ser ofrecidos en sacrificios o en los holocaustos. Por eso vemos que Noé tomó de esos animales limpios y los ofreció en holocausto. Por un lado, esto parecería una locura porque sobre la tierra no había ninguna clase de animal, y los pocos animales del arca serían los medios por los cuales los animales se multiplicarían otra vez. ¿Por qué Noé tenía que matar esos animales precisamente ahora y ofrecerlos a Dios? Pero, por otro lado, vemos que esta acción de Noé era muy importante porque estaba expresando su gratitud a Dios como también su plena confianza en Dios de que Él iba a preservar la vida en el mundo y que por encima de todas las cosas Noé tenía que ofrecer a Dios lo más puro, lo más valioso, lo que tenía más valor, además de su corazón. De Noé nosotros también debemos aprender que todo lo que tenemos no es nuestro sino de Dios, y que debemos con alegría de corazón ofrecer nuestros bienes a Dios. El apóstol Pablo dice en 2 Corintios 9:7: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. Y si pensamos que por dar nos quedaremos sin nada, Filipenses 4:19 nos recuerda bellamente: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.

Por último, Génesis 8:20 nos enseña dos cosas más muy importantes respecto a Noé y su adoración. Primero, al final de 8:20 leemos: “y ofreció holocausto en el altar”. Levítico 1 nos dice que el holocausto era un tipo de ofrenda entregada a Dios; era un sacrificio en el que se sacrificaba un animal y se quemaba por completo para dedicarlo a Dios. Todo el animal era ofrecido a Dios. Así pues, Noé estaba diciendo a Dios: Señor yo y mi familia nos entregamos completamente a ti; nos dedicamos completamente a ti. Asimismo, hermanos, al adorar a Dios nosotros debemos entregar todo nuestro ser a Dios; todo lo que somos y todo lo que tenemos debemos dedicarlo a Dios porque todo lo que somos y tenemos viene de Él. Así le dijo el apóstol Pablo a los romanos en Romanos 12:1: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”.

Segundo, en Levítico 1 leemos que el que ofrecía el holocausto debía poner su mano sobre el animal que se iba sacrificar. Esto significaba dos cosas: que el oferente (el que ofrecía el sacrificio) al poner su mano sobre el animal se estaba identificando completamente con el animal, de modo que, así como el animal se iba a consumir y dedicar completamente a Dios, también el oferente debía dedicarse completamente a Dios como ya dijimos. En segundo lugar, al poner su mano sobre la cabeza del animal, el oferente simbólica y espiritualmente estaba depositando sobre el animal todos sus pecados, para que el animal fuese sacrificado en su lugar. El oferente estaba confesando al poner su mano sobre el animal sacrificial que él debía morir por sus pecados, pero que Dios había provisto un camino para que el oferente no muriera, sino que fuera perdonado y así poder estar en la presencia de Dios para adorar. El animal moría en su lugar y era sacrificado a Dios. Esta acción apuntaba al sacrificio perfecto de Cristo que se ofreció a Dios en nuestro lugar porque Él cargó con todos nuestros pecados y fue sacrificado por nosotros para que por medio de Él nosotros podamos ser perdonados, podamos acercarnos a Dios y adorarle.

Con respecto a Noé esto significaba que él confesaba que era pecador y necesitaba de la obra de Cristo para ser perdonado y salvado. Que no podía acercarse a Dios por sí mismo sino solamente por medio del sacrificio de Cristo que era simbolizado por el holocausto que él estaba ofreciendo en ese momento. Sí, hermanos, Noé no fue salvado por su pureza o inocencia, sino por Cristo. Noé podía adorar a Dios solo por medio de Cristo anunciado en el holocausto que estaba ofreciendo. ¿Y nosotros? ¿Cómo podemos acercarnos a Dios y adorarle? ¿Has pensado en eso cuando vienes al templo para adorar a Dios? El Nuevo Testamento nos enseña que Cristo es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), y que Cristo “se dio a sí mismo por nuestros pecados” (Gálatas 1:4) y todo el libro de Hebreos enseña que el sacrificio de Cristo en la cruz es el más grande y perfecto sacrificio de Cristo por medio de quien solamente podemos acercarnos “confiadamente al trono de la gracia de Dios” (Hebreos 4:16). Sí, hermanos, es solo a través del sacrificio perfecto de Cristo que nuestros son perdonados y que podemos acercarnos a Dios para adorarle. Y así llegamos a nuestro último y tercer punto:

Jehová percibe olor grato (8:21-22)

Noé ha reunido a toda su familia para adorar al Señor y ofrecer un holocausto de los animales y aves limpios que habían entrado con él en el arca. Ya explicamos también, con base al significado del holocausto, que Noé confiaba solamente en la gracia de Dios, especialmente en el sacrificio de Cristo tipificado (anunciado de antemano) por el holocausto, para acercarse a Dios y adorarle. Es con base en este entendimiento que ahora llegamos a Génesis 8:21 que dice: “Y percibió Jehová olor grato”. Primero, debemos decir que Dios no huele como nosotros porque Él no tiene un cuerpo como el nuestro. Entonces estas palabras se refieren a una manera de hablar de Dios que realmente significa que Dios aceptó el sacrificio de Noé. Lo que Noé ofreció en holocausto fue del agrado de Dios.

Segundo, la pregunta que surge es: ¿Por qué Dios percibió olor grato, agradable? ¿Por qué ese humo que se elevaba al cielo fue grato ante Dios? Porque Noé sacrificó confiando en la gracia de Dios, confiando en la protección de Dios, confiando en la preservación de Dios. Noé sabía además que no merecía ser salvado por Dios debido a sus buenas obras o buen comportamiento, sino solamente por la gracia de Cristo. Por eso fue que Dios aceptó el sacrificio de Noé.

Pero otra forma en que vemos la gracia de Dios y su contentamiento con el holocausto de Noé se manifiesta en lo que dice después. Génesis 8:21 dice que “Jehová dijo en su corazón”. Es una manera muy peculiar de hablar que significa que lo que Dios dijo es algo que iba a mantener como seguro para siempre, que no se iba a arrepentir, sino que iba a cumplir su Palabra. Pero ¿qué dijo? “No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho”. Esa es la primera parte de lo que Dios dijo y que vamos a explicar un poquito.

Primero, al parecer el diluvio no cambió el estado pecaminoso y malo del hombre. En realidad, nada humano o natural puede cambiar el corazón engañoso y perverso del hombre (Jeremías 17:9). Mucha gente dice: si viera un milagro, si Dios hiciera algo extraordinario, entonces creería. ¿Saben? Mucha gente conoció a Jesús en persona y vieron no uno, sino muchos milagros que Él hizo y con todo eso lo rechazaron y aprobaron su muerte. Los milagros no salvan a nadie, sino la gracia de Dios que transforma el corazón del ser humano. Esto nos enseña que Noé no era la excepción, sino que también era malo desde su infancia, los deseos de su corazón eran perversos hasta que la gracia de Dios lo hizo una nueva persona. Pero la gracia de Dios se revela en esto: que Dios tenía todas las razones para destruir completamente a todo ser viviente, incluyendo a Noé y su familia, pero no lo hizo. ¿Y por qué no lo hizo? Por su misma gracia, por su misericordia infinita. No lo hizo por su Hijo Jesucristo, hacia quien apuntaba el holocausto que ofreció Noé. ¿Por qué Dios todavía no destruye a toda la humanidad mala y perversa de nuestra generación? Por su Hijo Jesucristo. Dios tiene un pueblo por su pura gracia redentora, y mantiene al mundo en existencia y no lo destruye por amor a Cristo y por amor a los que pertenecen a Cristo. No hay otra razón. Y bueno si Dios ha dado su Palabra, podemos confiar en Él. Él no se va a arrepentir, sino que cumplirá su Palabra.

Pero Génesis 8:22 agrega otro aspecto de la gracia de Dios, y en este caso apunta a su cuidado de toda su creación no humana, es decir, a la naturaleza, la tierra en que vivimos. Dice: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche”. La tierra hasta ahora permanece, es decir, hay vida, vemos el sol que sale, la luna y las estrellas de noche, las estaciones del año vienen y van, hace frío y calor; llueve y hay sequía. Todo se debe a que Dios ha dado su Palabra y no la quebrantará. Dios no miente (Tito 1:2). Pero ¿por qué Dios mantiene la tierra? Nuevamente, la respuesta es por Jesucristo su Hijo. Solo por Él que derramó su preciosa sangre por personas malas como Noé y como nosotros es que la vida en nuestro mundo continúa, y tenemos la garantía de que continuará hasta que finalmente Dios derrame su juicio final sobre todas las cosas.

Conclusión

Amados hermanos, Dios ordenó a Noé entrar al arca y a salir del arca. Secó las aguas, mantuvo con vida a Noé y los animales por un año a través del diluvio. Les dio su bendición con la cual solamente podían prosperar en un mundo nuevo y solitario. Noé adoró a Dios juntamente con su familia y Dios ha prometido no destruir la tierra por causa del hombre. En todo esto vemos la gracia soberana de Dios, su gran paciencia divina, su fidelidad a su pueblo. Vemos su gracia, pero también su juicio destructor. Mientras tengamos vida no olvidemos a Dios; no vivamos despreciando sus bendiciones; no desperdiciemos nuestras vidas en lo que no conviene, sino dediquemos completamente nuestras familias al servicio del Dios de la gracia. Amén.

[Esta prédica con la idea central que Dios por su gracia libra a Noé del diluvio y mantiene la vida en la tierra, se predicó en la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 31 de octubre del 2021. Se puede ver el servicio aquí.]