Introducción
Amados hermanos, en la epístola a los Colosenses el apóstol Pablo exalta la persona y obra de Cristo por encima de todas las cosas, especialmente por encima de “tronos, dominios, principados, potestades” (Colosenses 1:16). No hay nada ni nadie mayor que Cristo; Él es completamente autosuficiente, y en Él los cristianos de Colosas tienen todo lo que necesitan para vivir su fe cristiana frente a un mundo que los vigila, los hostiga y está pronto a señalar los errores de los creyentes. Doquiera que Pablo iba, llevaba el evangelio, es decir, se dedicaba al evangelismo, a la predicación y la enseñanza. Tenía puesta su mirada en Cristo, en las cosas de arriba y no en las de la tierra (Colosenses 3:1-4), y por eso desempeñaba su ministerio confiando siempre en su Señor y Salvador. Nosotros también haremos bien en imitar al apóstol en Pablo en este respecto: debemos confiar plenamente en Cristo, quien es superior a todos y autosuficiente para guiar a su iglesia en el camino de la salvación. Solamente así, la iglesia caminará con la seguridad de que nada le falta para desarrollar su ministerio, ya que Cristo es todo para ella. Por ello, al acercarnos a nuestro pasaje de este día, lo haremos bajo la siguiente idea principal:
El apóstol Pablo exhorta a los colosenses a vivir el evangelio mediante una conducta sabia y una conversación sazonada con sal para con los de afuera. Para esto consideraremos dos puntos:
- Una conducta sabia
- Una conversación sabia
Una conducta sabia (4:5)
El apóstol Pablo al escribir la carta a los Colosenses se encontraba preso (4:3,18). Estaba preso por causa de Cristo, es decir, por predicar y enseñar la salvación a través del Señor Jesucristo. Pero estando en la cárcel, en Colosenses 4:2-4 pide que los hermanos de Colosas oren por él y sus compañeros de trabajo para que el Señor les abriera puerta para la palabra, es decir, que les diera la oportunidad de evangelizar incluso dentro de la misma cárcel. Nada puede detener el evangelio, porque la Palabra de Dios no puede estar presa (2 Timoteo 2:9). Pablo, como apóstol, tenía el deber de evangelizar, de predicar a Cristo. Pero al pasar a nuestra sección, Colosenses 4:5-6, vemos que el apóstol exhorta a los colosenses para que ellos también con su vida y sus palabras comuniquen a los incrédulos el evangelio de Cristo. Les dice: “Andad sabiamente para con los de afuera”. Y aquí podemos aprender un principio bíblico muy importante: todos y cada uno de los cristianos, tenemos el deber de evangelizar a los incrédulos. De hecho, una iglesia al ser fundada y establecida solo ha dado su primer paso en la fe cristiana; ahora le corresponde que cada uno de sus miembros lleven el evangelio diariamente a los incrédulos en la escuela, en el trabajo, en su vida diaria.
Pero el apóstol Pablo dice que los creyentes de Colosas deberían tener cuidado de dar un testimonio fiel de Cristo al mundo incrédulo. Los exhorta a que “anden sabiamente para con los de afuera”. Dar testimonio de Cristo debe hacerse con sabiduría, con prudencia, con cuidado. No debemos dar testimonio de una manera descuidada, viviendo al igual que viven los incrédulos. Durante el tiempo del apóstol Pablo, como también durante nuestro tiempo, el mundo incrédulo hace muchas cosas contra la iglesia, pero hace especialmente algo: vigila, observa cómo viven los creyentes, y apenas ven un error están preparados para criticar a la iglesia de Cristo. Entonces, los creyentes de Colosas debían tener mucho cuidado en su forma de vida, en su conducta para que el nombre de Dios no fuese blasfemado por su culpa (Romanos 2:24) y alejar a sus vecinos del evangelio en vez de acercarlos. Hermanos esto es muy importante que lo entendamos porque la mayor parte de nuestro tiempo lo pasamos fuera de la iglesia en el mundo. Ahí es donde debemos vivir con sabiduría dando un buen testimonio de Cristo. Por la forma en que viven los creyentes afuera los incrédulos tendrán una opinión de la iglesia. Dios nos ayude para que la opinión de los de afuera acerca de la iglesia no sea mala sino buena.
El apóstol Pablo dice que solamente al vivir sabiamente, entonces el creyente puede redimir el tiempo. Esta es una expresión que significa aprovechar el momento oportuno y usarlo para dar un buen testimonio. Redimir el tiempo significa usar correctamente las oportunidades que Dios pone delante de nosotros para dar a conocer el evangelio a nuestros vecinos o compañeros de trabajo. Esto es lo que Pablo también dijo a los efesios en Efesios 5:15-16: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”. Hermanos amados, no desperdiciemos las oportunidades que Dios nos da para evangelizar, para invitar a alguien a la iglesia, para animar a alguien que necesita una palabra de aliento. El hecho de que el apóstol diga que hay que redimir el tiempo significa que los cristianos no siempre aprovechamos bien el tiempo, sino que lo desperdiciamos. Ya no usemos el tiempo para nosotros solamente, sino además y especialmente para dar un buen testimonio a los de afuera con nuestra forma de vida.
La forma en que nos comportamos es un instrumento en las manos de Dios para atraer a los incrédulos al evangelio. Si eres una persona amable, servicial, alegre, que te preocupas por los demás, que comunicas paz y seguridad, tarde o temprano los que no son cristianos se acercarán a ti para preguntarte por qué eres diferente. Pero si vives igual que ellos, si hablas igual que ellos, si nunca quieres ayudar, si eres insensible, entonces en lugar de ganar a otros para Cristo, harás que el nombre de Dios sea blasfemado por tu culpa. Y eso es un gran pecado.
Una conversación sabia (4:6a)
Ahora el apóstol Pablo exhorta los hermanos de Colosas en 4:6 así: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal”. El testimonio del creyente no es solo mediante una conducta sabia, una forma de vida que sea ejemplar. Muchos cristianos a veces piensan que no necesitan hablar de Cristo a los demás, sino que basta con que se porten bien. Como ya dijimos, eso es importante, pero no es todo. Dios quiere que los creyentes colosenses sean muy cuidadosos también al conversar con los de afuera. Y observen que el apóstol dice que debemos ser cuidadosos “siempre”, es decir, todo el tiempo de nuestra relación con los de afuera debemos tener cuidado de lo que decimos. Esto es lo que el apóstol significa al decir: “sea siempre su conversación con gracia”, es decir, que sea amable, respetuosa, decente. Al hablar con los demás, no debemos ser duros en el hablar, faltando el respeto a los demás. La gracia de Dios nos ayuda para que nuestras pláticas sean amables y respetuosas.
Pero a veces una conversación puede ser correcta, aunque aburrida. Hay muchas personas muy inteligentes que dicen muchas cosas sabias, pero lo dicen de una manera muy aburrida. El creyente debe tener cuidado de que no solo no habla como los incrédulos, sino que su conversación sea atractiva, interesante, que no aburra a los demás. Esto es lo que el apóstol enseña cuando dice: “sazonada con sal”. La sal se usaba como un medio de preservar alimentos en buena condición. Pero además se usaba y se usa para darle sabor a la comida. Alguien puede cocinar una comida con mucha elegancia y cuidado, pero si se le olvida la sal, esa comida no tendrá mucho sabor, será insípida. De la misma manera, al hablar debemos sazonar con sal nuestras palabras, es decir, pedirle a Dios que no hablemos de Cristo de una manera muy seca y aburrida, de modo que nadie se interese en lo que decimos.
Entonces evitemos una conversación dura, grosera, pero también evitemos una conversación aburrida, sin ningún atractivo. Si cultivamos estas dos virtudes, entonces Dios nos ayudará para que “sepamos cómo responder a cada uno”. Cada uno de nosotros sabe que hay personas con las que es fácil platicar, pero hay otras que son muy complicadas. Y a veces pensamos que porque son complicadas no debemos hablar con ellas, pero es incorrecto. Si pedimos al Señor sabiduría para hablar con personas difíciles, Él nos ayudará para que sepamos cómo responderles de una manera que podamos ayudarlas. Todos somos diferentes y no podemos aconsejar a todos de la misma manera, no podemos platicar con todos de la misma manera. Debemos aprender cómo relacionarnos con toda clase de personas.
Aplicación
Pero ¿cómo podemos andar sabiamente, ¿cómo podemos redimir el tiempo, ¿cómo podemos hablar con los demás de modo que seamos amables y atinados en nuestras palabras? La verdad es que por nosotros mismos no podemos. Somos pecadores y, por lo general, no queremos dar un buen testimonio con nuestra conducta y con nuestras palabras. Pero recordemos que en Colosenses el apóstol Pablo dice que Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador, es completamente suficiente para nosotros; Él el se encuentran todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (2:3), y en Él estamos completos (2:10). Nosotros no somos sabios en nosotros mismos, pero la carta de Santiago 1:5 nos recuerda: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Y en 1 Corintios 1:30 se nos recuerda que “estamos en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría…”. Sí hermanos, Cristo es nuestra sabiduría y solo en Él podemos ser sabios para desarrollar una conducta sabia para con los de afuera y hablar de Cristo con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros vecinos o con nuestros familiares incrédulos. Amén.
[Este mensaje se predicó en el servicio de adoración de la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 21 de noviembre del 2021, y está también disponible por medio de YouTube.]
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