- El cristianismo es una doctrina y una vida. Esto significa que el cristianismo no puede existir sin un cuerpo de enseñanza y creencias que lo hagan diferente a cualquier otra religión, organización o asociación. Uno no puede vivir la verdadera vida cristiana si no conoce quién es Dios, quién es el Señor Jesucristo, quién es el Espíritu Santo, qué es la fe salvadora, qué es la salvación, qué es el perdón de pecados, etcétera. No debemos imaginarnos que podemos separar al cristianismo de la doctrina y simplemente vivirlo. Porque la pregunta necesaria que surgiría en la mente de cualquier persona con un poco de discernimiento sería: ¿Y cómo vivo el cristianismo? Oseas 4:6; 6:6; 1 Timoteo 6:3-4; 2 Timoteo 2:2; Tito 2:1.
- La salvación es una experiencia única y un proceso de toda la vida. La Biblia no habla como si la salvación fuera una experiencia momentánea y nada más. Por ejemplo, “en la campaña evangelística me arrepentí, repetí la oración del pecador, y ahora soy creyente”. Como si después ya no importara ninguna otra cosa. No. La salvación tiene un comienzo sin duda, pero también es un proceso que dura toda la vida. Apocalipsis 2:10 dice: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. ¿Qué debemos hacer durante toda la vida antes de morir? ¿Nada? El apóstol Pedro dice: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2). Y luego dice: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 3:18).
- La iglesia es la maestra de los creyentes. La vida común nos enseña que la responsabilidad de una madre no se acaba al dar a luz a su bebé. Su bebé apenas ha nacido y ahora tiene que ser alimentado cada día por su madre. No solo eso, sino que su madre tiene que cuidarlo, apapacharlo, instruirlo, e incluso regañarlo conforme va creciendo. El nacimiento del bebé es el primer paso de una vida de instrucción. ¿Acaso usted no puede ver la diferencia entre una madre que educa bien a sus hijos y una que no lo hace? Bueno, Dios ha dado también a la iglesia, integrada por las familias, el pastor, los ancianos gobernantes y los diáconos, la gran tarea de ser maestra de sus hijos. Pablo en Efesios 4:11-13 dice: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
- La existencia de falsos maestros, pastores, profetas, y apóstoles. Desde el Antiguo Testamento, Dios dio mandamientos específicos para identificar a los falsos profetas (Deuteronomio 18:15-22). Además en los libros de los verdaderos profetas leemos que ellos condenaban a los falsos profetas una y otra vez. Esto no cambió en el Nuevo Testamento. Nuestro Señor Jesucristo mismo nos advirtió que nos cuidemos de los profetas y falsos pastores (Mateo 7:15-16). Y los apóstoles hacen lo mismo una y otra vez (2 Corintios 11:13-15). ¿Será que ahora ya no existen falsos pastores y maestros? ¿Será que ahora ya no hay gente que nos quiera desviar de la verdad? (1 Timoteo 4:1). Si uno mira a su alrededor ahora, se quedará con la boca abierta ante el gran número de herejías y grupos heréticos o sectas que andan por aquí y por allá. Entonces, la iglesia tiene un deber permanente de enseñar.
Hermanos, hay muchas razones más para que la iglesia se comprometa a enseñar a los miembros adultos de cada congregación. Además también hay muchas razones para que la iglesia enseñe a los niños, a los jóvenes, a las mujeres, a los varones, etc. En fin, la tarea docente de la iglesia es tan amplia como la vida misma y tan necesaria como la comida misma. Asimismo es una tarea constante, nunca termina. Cumplamos como iglesia con el mandato de Jesús de enseñar todo lo que Él mandó a los cristianos (Mateo 28:20), para que cuando nuestro Señor venga “nos halle haciendo así” (Lucas 12:43).
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