(Predicado en la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 31 de mayo del 2020. Grabación disponible.)
2 Corintios 6:11–7:4
11Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado.
12No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón.
13Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros.
14No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
15¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
16¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo.
17Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré,
18Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
1Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
2Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado.
3No lo digo para condenaros; pues ya he dicho antes que estáis en nuestro corazón, para morir y para vivir juntamente.
4Mucha franqueza tengo con vosotros; mucho me glorío con respecto de vosotros; lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.
La segunda carta de Pablo a los Corintios puede ser una carta algo difícil de entender. En el caso, por ejemplo, de Romanos y de Efesios, hay cosas que son difíciles de entender porque son tan sublimes, tan profundas y tan majestuosas. En 2 Corintios la dificultad es algo diferente. Es más difícil de resumir o bosquejar. Pablo habla con tonos de voz muy distintos dentro de la misma carta. Se tratan cosas dolorosas, con que las emociones batallan. Existe la realidad de malentendidos y conflicto. En general, se nos hace más caótica esta carta.
Sin embargo, esta carta tiene su aportación individua e indispensable a la verdad que necesita la iglesia de Dios. Muchas verdades significativas se expresan con gran hermosura y claridad. Y nos es muy útil ver al apóstol Pablo comunicando en una situación de conflicto. Nosotros muchas veces pasamos por conflictos, y a veces los causamos. Pues aquí podemos ver cómo Pablo se esforzaba en amor con una iglesia conflictiva, para encaminarlos nuevamente hacia la verdad y la paz.
Como colaborador con Dios, Pablo ruega a los Corintios que no reciban a la gracia de Dios en vano (6:1). Hay una manera de negar la gracia, como se nota en Gálatas, por encerrarla con condiciones y requisitos. Pero no es la única forma. Esta iglesia en Corinto había sido influenciada por una enseñanza libertina, que promovían ciertas formas de pecado como una señal de la madurez cristiana. Es decir, según la mentira, cuando experimentamos la gracia de Dios entonces la conducta ya no importa. Pero pensar y actuar así es un recibir a la gracia de Dios meramente de labios. Profesamos recibir la gracia, pero no es cierto: pues una gracia que no cambia nada, o no es gracia o no se ha recibido en verdad.
Parece que algunos de los maestros de esta falsa doctrina habían criticado extensamente al ministerio del apóstol Pablo, y es por eso que habla a fondo acerca de sus métodos y prácticas como apóstol en esta carta, explica sus decisiones y alaba su ministerio. Tuvo que hacerlo porque la crítica de su doctrina y su ministerio iban unidos, y de esa manera al alejar a los Corintios de Pablo los falsos maestros también los habían alejado hasta cierto punto de la verdad.
Por eso es que en 6:3–10 Pablo explica el carácter irreprochable de su ministerio. En nuestro pasaje (6:11–13), apela de una manera muy conmovedor al afecto mutuo que debe existir entre ellos, y que indiscutiblemente existe de su parte. Inmediatamente pasa a llamarlos a la santidad de vida que corresponde a los que han recibido la gracia de Dios no en vano, sino para su bien eterno (6:14–7:1). Habiendo expuesto la necesidad de la santidad por gracia, nuevamente les manifiesta su corazón de amor hacia ellos, y les pide directamente que lo reciban (7:2–4). De esta manera nos muestra algo de cómo deben ser los ministros de la iglesia; nos enseña la sana doctrina acerca de la santidad verdadera; pero también nos manifiesta dónde origina el problema de un corazón estrecho. Y es allí donde queremos enfocarnos por hoy. Para entender el problema de un corazón comprimido, veamos primero cómo debe de ser el corazón en el ejemplo de Pablo mismo.
I. El corazón ensanchado del apóstol.
Se nota el corazón del apóstol, aún de la manera que se dirige a ellos llamándolos Corintios. Es algo que hace pocas veces en sus cartas, y solamente cuando hay emoción fuerte (Gál. 3:1; Fil. 4:15). No oculta sus sentimientos, ni tiene pena de sentir emociones fuertes. El temor del Señor (5:11) lo motiva y el amor de Cristo lo constriñe (5:14). Pablo como pastor era una persona de sentimiento amplio y profundo.
Además, se dirige a ellos como a hijos, viéndolos con cariño como un padre a sus hijos. Los tiene en su corazón (7:3 y 3:2), y así siente gran gozo en lo que hacen bien y por la misericordia que reciben (7:9,13). Su perspectiva hacia los Corintios es fundamentalmente una orientación de amor y gratitud (7:1). Claro eso mismo lleva a que se sienta preocupado o angustiado cuando ellos están mal, y que experimente dolor cuando hablan mal de él o lo miran con desdén o rencor. Por ese amor está dispuesto desgastarse por ellos, y los seguirá amando, aunque entre más los ame él, menos ellos le amen (12:15).
Su corazón está ensanchado o engrandecido. Tiene lugar en su corazón para ellos en su totalidad. Todos los miembros de la congregación, con sus limitaciones, preocupaciones, y defectos, Pablo los recibe. Lo que ellos hacen o dicen, cómo reaccionan, no lo limita a él. Cuando se ama de verdad, uno siente muy profundamente respuestas de odio u enojo; pero no cambian al corazón, no constriñen a la persona quien ama.
Una de las muestras de eso es la manera en que les habla. Con boca abierta, con sinceridad y franqueza (3:12 y 7:4), sin ocultar sus pensamientos o sentimientos, les ha hablado libremente. Con un corazón ensanchado, tiene mucho que decir, porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mat. 12:34). No deben sentirse ofendidos porque el apóstol les ha hablado honesta y claramente, pues al contrario es una muestra de la abundancia de afecto que tiene para ellos.
II. Los corazones comprimidos de los corintios.
Ahora bien, en contraste con él, los corintios mismos habían sido estrechados en su corazón. Están en la condición opuesta a la que ocupa el apóstol. Vale la pena notar un pequeño ajuste a la traducción. Cuando leemos que los corintios eran estrechos en su propio corazón, sería más exacto decir órganos internos o entrañas.
Nosotros solemos pensar en el corazón como dónde sentimos muchas cosas, y con razón por la experiencia. Cuando sentimos gran gozo puede parecer que nuestro corazón está brincando dentro del pecho. Pero cuando sentimos preocupación o angustia, puede darnos un dolor físico también en el interior, pero no justo donde tenemos el corazón. Y muchos han pensado en distintos órganos como la sede de cierta emoción. En el antiguo testamento se habla de los riñones o entrañas como los órganos de sentir (Prov. 23:16), y en las edades medias uno dijo que amamos por el hígado.
¿Qué debemos entender con todo esto? Pues el punto crítico es el contraste entre el corazón engrandecido de Pablo y la condición estrecha y comprimida de los corintios. Es entendible que Pablo experimentaba un sentimiento de amplitud interno cuando pensaba en los Corintios y su corazón crecía por amor a ellos. E igual, si los Corintios pensaban en Pablo con sospechas o resentimientos que entonces sus entrañas se comprimieran. En vez de estar abiertos, tranquilos, gozosos, amorosas, estaban cerrados y apretados en su interior.
Aunque la condición de tener un corazón engrandecido incluye una vulnerabilidad al dolor por ver el malestar de seres queridos, no es tan horrible como la condición de tener un interior pobre, chiquito, y angosto por una falta de amor y de confianza. Se nota, porque estaban cayendo en la tentación de rechazar a Pablo, de creer que él los quería condenar (7:3). Pero ¡qué error! Aquí estaba uno que los veía con cariño, que intentaba ser indulgente con ellos (1:23) y protegerlos de tristeza (2:2), quien los respetaba en el Señor (1:7). Y a éste lo miraban con sospechas y desdén. Cerraron sus corazones hacia el amor, y estaban en peligro de recibir la gracia de Dios en vano.
Aquí debemos hacer por lo menos dos observaciones muy importantes para nosotros. El primero es simplemente que esta condición estrecha espiritualmente es una condición de peligro para nosotros. Cuando vivimos así, cerrados, sospechosos, resentidos, nos estamos encaminando hacia un destino fatal. Es muy obvio que al rechazar a Pablo, en un sentido están rechazando la sana doctrina, la gracia de Dios, y el mismo evangelio. No es que quisieron hacerlo, o que pensaron que lo estaban haciendo. Pero un corazón o interior comprimido resulta en muchas malas consecuencias.
La segunda observación es que el origen de esa condición no se debía a Pablo. En el corazón de Pablo, los Corintios tenían un lugar amplio y espacio. No era Pablo quien limitaba su libertad cristiana o apretaba sus corazones. ¿De dónde salió entonces esta condición? De los Corintios mismos. Hermanos, si estamos apretados de ánimo, eso es propio a nosotros. No es la culpa de la palabra de Dios, ni del Señor Jesucristo, ni de las personas que tenemos en nuestro alrededor. A pesar de que los Corintios maltrataron en algunas cosas a Pablo, él seguía con corazón amplio. Y a pesar de que Pablo los había tratado con mucha paciencia y ternura, ellos estaban comprimidos en su alma.
La culpa no lo tuvo Pablo, ni ninguna otra persona. Si estamos comprimidos, es algo que surge de adentro. Es una tentación que siempre enfrentamos. Mientras echamos la culpa a otra persona no podemos ver la respuesta correcta. Cuando sufrimos de este problema interno, lo más fácil es buscar la solución en un cambio de circunstancias o de quienes nos rodean. Pero en realidad, llevamos nuestras entrañas con nosotros donde quiera que vayamos. Algo tiene que cambiar en nuestro interior. Y esto nos lleva al último punto.
III. La exhortación afectuosa de abrir el corazón.
Pablo francamente les dice en qué están mal: tienen entrañas comprimidas, no físicamente sino espiritualmente. Les dice además que no es por él, sino por ellos mismos que están sufriendo esto. Pero no lo dice para condenar, ni para lastimar. Lo dice porque quiere que puedan entrar en una condición como la que él disfruta. Anhela libertad espiritual y corazones ensanchados para ellos, y así les pide que abran sus corazones.
Esto quiere decir que lo admitan (7:1) – o sea que le den entrada con afecto y respeto, que aprovechen de su ministerio, que participen en los bienes espirituales que él les desea compartir. Pero es más. No es algo que Pablo pide para su propio beneficio exclusivamente, sino que incluye que reciban a la gracia de Dios. Con un interior comprimido, no damos la bienvenida a la gracia de Dios que se nos extiende en el ministerio de reconciliación (5:20–6:2). Además ensanchar el corazón incluye buscar la santidad, apartándonos de todo lo que va en contra de Cristo (6:14–7:1). Hablando sencillamente, el efecto práctico es que para ensanchar nuestro corazón debemos recibir el ministerio apostólico y andar en santidad. Es decir, debemos escuchar a la palabra de Dios con atención, recibirla con fe, y hacer lo que nos manda.
Esto abre o ensancha al corazón porque estamos recibiendo verdades de gran consuelo y poder transformador. En el nivel de la relación entre Pablo y los Corintios lo podemos ver. Si se ensanchan se van a dar cuenta de cuánto Pablo los quiere, y como su conducta hacia ellos ha sido llena de amor y refleja el gozo que tiene en ellos por la gracia de Dios (7:4). Por eso les pide que lo traten a él de modo correspondiente a como él los ha tratado. Si lo ven como un padre en el evangelio, pues que tengan la confianza y cariño de hijos hacia él (6:13).
Si eso es cierto con referencia a Pablo, ¿cuanto más con referencia a Dios? Este Dios los ha reconciliado en Cristo, no tomando en cuenta sus ofensas (5:19); este Dios es su Dios quien habita en ellos como en su templo (6:16). Este Dios es su Padre, y espera que ellos se comporten como hijos (6:18). Las promesas de Dios nos motivan a limpieza y santidad, porque vemos la gracia de Dios, vemos que el corazón de Dios hacia nosotros no es comprimido por indiferencia, ni estrecho con enojo, ni angosto con envidia o amargura. El corazón de Pablo reflejaba de una manera pequeña el corazón de Dios. Por eso es que rechazar al embajador del Señor era recibir la gracia de Dios en vano. Reflejando a Dios, Pablo puede tener un corazón ensanchado hacia gente malagradecida. ¿Por qué estamos estrechos en nuestros propios corazones? Porque no nos aferramos a la palabra de Dios, no creemos sus promesas, no tomamos su llamado a la santidad como una prueba de su amor hacia nosotros. Y entonces ¿cuál es la respuesta? Pues es mirar nuevamente la gracia admirable de Dios manifestada en Jesucristo: así se ensancha el corazón. Amén.
El servicio completo se transmitió en vivo: https://www.youtube.com/watch?v=dFtuCfRpvug
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