La provisión y declaración de Dios
Génesis 1:29-31
Introducción
Hemos visto que no hay mayor bendición de Dios hacia el hombre que haberlo creado a su imagen y semejanza. Ninguna otra criatura es la imagen de Dios, sino solamente el hombre y la mujer. No merecía el hombre ser creado así, pero ya en eso se demostró el gran amor de Dios. Debido a que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza es que pudo bendecirlos y ordenarles en Génesis 1:28 para que fructificaran y multiplicaran, y además sojuzgar y señorear toda la creación, tanto los seres vivientes como la misma tierra. Todo esto, dijimos lo debería hacer como el representante y administrador de Dios, y para gloria y honra de Dios. El hombre, aun antes del pecado, siempre ha sido responsable delante de Dios. Su administración en un tiempo de pecado era perfecta, pero después del pecado todo quedó estropeado. Pero después de mandarles que sojuzguen y dominen toda la creación, Dios continúa hablando al hombre en Génesis 1:28.
Dios provee el sustento diario del ser humano
“Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer”. ¿Cómo podría el hombre llevar a cabo su gran tarea de desarrollar todas las potencialidades de la creación en que Dios lo había puesto? ¿Podía sojuzgarla y dominarla según sus propias fuerzas? No. Para realizar esta tarea dada por Dios, Dios mismo le proveyó de comida. El hombre tenía que comer para nutrirse y recuperar fuerzas para seguir trabajando en el mundo de Dios. Pero la comida no era ni es, ni nunca ha sido, algo que el ser humano se gane simplemente por sus propios esfuerzos. Todo lo contrario, la comida es un regalo de Dios para el hombre. ¿No se demuestra también en esto otra vez la gracia y el amor de Dios? Por eso es que nosotros creemos que todo lo que el hombre tiene lo ha recibido de la mano de Dios (1 Crónicas 29:14; 1 Corintios 4:7). ¡Qué gran principio tenemos aquí! Debido al pecado nosotros tendemos a pensar que la comida es resultado solamente de nuestro esfuerzo. Cuántas veces no actuamos de esa manera. Una de ellas es que muchos que se llaman cristianos en casa o al salir a comer a un restaurante nunca oran por los alimentos. Muchos se avergüenzan de orar o simplemente no han entendido que al orar le damos gracias al Creador que en su bondad nos regala los alimentos. Así lo dice Pablo en 1 Timoteo 4:4-5: “Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”.
Pero hay otra gran enseñanza aquí. Una vez más recuerden que Moisés escribió Génesis cuando estaban en el desierto rumbo a la tierra prometida. Muchas religiones de alrededor creían que Dios no era bueno y había que apaciguarlo con sacrificios y alimentos especiales que le preparaban. Ellos pensaban que el hombre tenía que darle de comer a Dios, porque si no, Dios los iba a castigar. Pero Moisés nos enseña que el Dios vivo y verdadero, creador de todas las cosas, no necesita de alimentos, y que en su amor es él quien da de comer al ser humano. Es un Dios bueno que se preocupa del sustento del hombre, y se asegura que el hombre tenga su alimentación. ¡Qué gran contraste entre el Dios de la Biblia y los dioses de los paganos! Nuestro Dios no es uno que necesite de nosotros; nosotros necesitamos de él, y él por amor y bondad nos provee nuestro sustento. Dios es la fuente de todo alimento. Él no es un Dios que tenga hambre, que se canse o que tenga que ser tranquilizado con comidas. Escuchen como dice el Salmo 50:12-14: “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer yo carne de toros, o de beber sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo”.
Observen cuidadosamente que Dios nos manda trabajar en su creación y nos alimenta con su propia creación. Les dio a Adán y a Eva toda planta que da semilla y todo árbol en que hay fruto. Plantas y árboles estaban a la disposición del hombre. La creación de Dios era como una mesa llena de delicias para satisfacer el hambre del hombre. Y el alimento de Dios no era poco o escaso, sino que toda su creación era para el sustento de la vida humana. Ahora bien, como ustedes han notado, Dios solamente le permitió al ser humano que comiera plantas y árboles. Es decir, la dieta del ser humano antes de la caída en el pecado era vegetariana. Era así porque no había necesidad de derramar la sangre de los animales, ya que en toda la creación había una perfecta armonía. Por eso es que Génesis 1:30 dice: “Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así”. Así es, Dios mandó que incluso todos los animales fuesen vegetarianos, el hombre, los animales y las aves podían vivir de las plantas y árboles. Había una armonía perfecta entre la vida humana y la vida animal. No se dañaban unos a otros. Y en esto vemos nuevamente el amor de Dios no sólo hacia el hombre, sino hacia el resto de su creación, ya que para ellos también les provee de su sustento diario. ¡Qué magnánimo Dios tenemos! Cuida de la humanidad como también de todos los animales de la creación. Escuchen como dice el Salmo 104:27-28 hablando de los animales del campo: “Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien”.
La creación antes del pecado era verdaderamente un reino lleno de completa paz. El hombre cuidaba de toda la creación, los animales no se dañaban entre ellos ni dañaban al hombre. ¡Qué estado tan perfecto! ¿Acaso no anhelamos vivir en una creación así? El pecado ha dañado tanto a la creación que a menos que cerremos nuestros ojos y oídos a la maldad y destrucción de la creación de Dios, pensaremos que todo está bien. Pero no todo está bien ahora. El mundo sin Dios no tiene esperanza de recuperar ese mundo perfecto. Se hacen tantos esfuerzos para reforestar los bosques, para preservar la vegetación, para limpiar las aguas de los mares y ríos, pero el hombre mismo se encarga de destruir todo otra vez. Los cristianos debemos cuidar de la creación de Dios, no debemos contaminarla y destruirla. Pero desgraciadamente vivimos en un mundo alejado de Dios, y cuando el mundo se aleja de Dios se auto-destruye. No hay esperanza sin Dios.
Pero en la Biblia se nos promete que ese mundo perfecto un día será recuperado; es más, el nuevo mundo en que viviremos después del regreso de Cristo será mejor que ese primer mundo, ya que nunca volverá a ser dañado por el pecado. ¿No quisiera usted vivir en ese mundo? Escuche como lo describe Isaías 11:6-9 cuando habla sobre el reinado justo del Mesías: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar”. Y lo vuelve a repetir en Isaías 65:25: “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová”. Seguramente usted también recuerda las bellas palabras de Apocalipsis cuando el apóstol Juan habla de los cielos nuevos y la tierra nueva. Dice así Apocalipsis 21:4: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. ¿Acaso no queremos vivir en ese mundo? Déjeme decirle que a menos que esté en unión con Cristo, no podrá vivir en ese mundo. Porque aparte de Cristo no hay esperanza de vivir en el paraíso. Si estamos en unión con Cristo, tenemos por gracia la seguridad de nuestra salvación y de vivir en los cielos nuevos y tierra nueva. Si no estás en Cristo, pídele a Dios que te muestre tu pecado y tu necesidad de creer y aceptar a Jesucristo como tu Señor y Salvador para poder disfrutar de la vida eterna.
Dios declara que su toda su creación es muy buena
Génesis 1:29 culmina la obra maestra de la creación de Dios. Cada cosa que él creó era buena. Cada vez que crea algo, Dios dice que es bueno. Es como un estribillo que se repite una y otra vez para dejar muy claro que nada en la creación de Dios estaba contaminado del pecado, y que cada cosa salía de su mano creadora era buena, santa y pura. Encontramos este estribillo en Génesis 1:4, 10, 12, 17, 21, 25. Pero al llegar a Génesis 1:31 encontramos otra vez que la creación es buena. Solamente que ahora hay una diferencia. La diferencia consiste en que Dios declara que toda la creación, la creación en su conjunto es buena. Cada cosa es buena en la creación de Dios, pero cada cosa es parte del todo en su conjunto. Y el todo en su conjunto es declarado por Dios bueno. Junto a esta diferencia, vemos otra diferencia en lo que dice Dios de toda su creación. No solamente dice que toda su creación es buena, sino que “era bueno en gran manera”. Esto significa que en toda la creación, la creación de todo el universo, de los cielos y de la tierra, de lo que vemos y lo que no vemos, de la humanidad, de la vegetación, de la vida marina, de la vida animal, de los ángeles, absolutamente toda su creación era excelente, sumamente buena.
Esto también, hermanos, era algo importantísimo que los israelitas debían recordar siempre, ya que las religiones paganas alrededor de ellos, creían que el mundo en que vivimos es malo de por sí, o que un dios malo creó este mundo. Pero Moisés con estas palabras de Dios les recuerda que eso es mentira. Les recuerda que nuestro es bueno y su creación también lo es. Esto quiere decir que la creación es un reflejo del ser de Dios, del carácter y naturaleza de Dios, ya que Dios es perfecto, y por lo tanto su creación tenía que ser buena también. Nada imperfecto podía salir de la mano creadora de Dios.
Los israelitas no debían ver entonces el mundo y pensar: este mundo es malo. No. Ellos sabían que era bueno porque había sido creado por Dios. Todo lo malo que ahora vemos en la creación de Dios es consecuencia del pecado, no de la obra creadora de Dios. Y una vez más, aquí recordamos que ese mundo “bueno en gran manera” solamente lo podemos recuperar si estamos en unión con Cristo. Sin Cristo este mundo en lugar de mejorar, empeora, ya que el hombre con su pecado, lo destruye. Como dijimos anteriormente, aunque el hombre realice grandes esfuerzos por mejorarlo, el mismo hombre se encarga de destruirlo. Unos cuidan, otros destruyen; unos arreglan, otros desbaratan; unos limpian, otros contaminan. Los cristianos, una vez más, debemos amar y cuidar de la creación de Dios, pero no debemos olvidar que mientras vivamos bajo pecado, la creación continuará sufriendo, y solamente será liberada cuando Jesucristo regrese por segunda vez. Escuchen lo que dice Pablo en Romanos 8:22-23: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”. Así es, hermanos, la creación y nosotros mismos gemimos por ser rescatados del pecado y ser liberados, y esto solamente se puede hacer realidad cuando estamos en Cristo y cuando esperamos que regrese por segunda vez.
Pero regresando a Génesis 1:31, no perdamos de vista que la creación de Dios en su totalidad fue creada buena en gran manera. El Dios del Antiguo Testamento no es un dios malo. No, el Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios bueno del Nuevo Testamento. No hay contradicción en el mismo Dios. Pero ahora observen la forma en que Dios declara que toda su creación es buena. Dice así: “Y vio Dios todo lo que había hecho…” Estas palabras son muy significativas ya que transmiten la hermosa idea de que Dios, por decirlo así, al crear todo, se paró a la distancia, contempló con mucha satisfacción su obra maestra, y como si exhalara un suspiro de profundo gozo, dijo: “Sí, toda mi creación es excelente, es perfectísima, no hay ninguna mancha en ella”.
Como ven, nuestro Dios no es un Dios sin sentimientos ni emociones. No. Todo lo contrario, es un Dios que queda satisfecho, contento, feliz del resultado de su trabajo. Y en esta actitud de Dios tenemos nosotros un patrón que imitar. Aunque vivimos en un mundo de pecado, no debemos olvidar que Dios todavía es el Creador de ella y su sustentador. No la ha abandonado, y cuando estamos en unión con Cristo, podemos recuperar ya en esta vida, esa gran satisfacción de decir: “Señor, gracias por tu creación; te alabo y te exalto por todas tus obras”. Y esta misma actitud de contemplar la creación de Dios y disfrutarla está presente a lo largo de toda la Escritura. Los salmos están llenos de gratitud por la creación. El Salmo 19 nos recuerda incluso que la creación nos habla de Dios, nos revela el poder y la sabiduría de Dios. Lea todo el Salmo 104 y conocerá cómo Dios todavía ama y cuida de su creación. Y el Salmo 148 exalta a toda la creación a alabar al Creador. Nosotros también debemos alabar a Dios por su creación. No la atribuyamos al diablo, sino a Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
El mundo es de Dios, no del diablo. Aunque el diablo ejerce una gran influencia en la humanidad, pero Dios todavía es el Rey de la creación y un día la liberará completamente de todos los estragos del pecado. El mundo no pertenece al diablo hermanos. Dice el Salmo 24:1: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan”. Entonces, dejemos muy claro que el mundo creado no es del diablo, sino de Dios. La palabra mundo tiene varios significados en la Biblia, y no siempre se refiere a la creación de Dios. La palabra mundo se refiere, en primer lugar, a la creación de Dios, y en este sentido nosotros no debemos huir del mundo de Dios, sino cuidar de él y disfrutarlo. La palabra mundo a veces significa la humanidad que vive en pecado o el estilo de vida que viven los que no creen en Dios. Ese mundo es el que tenemos que evitar y huir de él, pero no el mundo creado por Dios.
Disfrutemos de la creación de Dios como Dios disfrutó de su creación al principio. Amemos la creación de Dios, pero siempre recordando que ninguna cosa creada nos debe separar del amor de Dios. No caigamos en el error de adorar a las criaturas antes que al Creador.
Una vez más, ese mundo bueno en gran manera será restaurado cuando nuestro Señor Jesucristo regrese por segunda vez. Si queremos vivir en ese mundo perfectísimo, entregamos por completo nuestra vida a Cristo Jesús, el único que nos puede rescatar del pecado y darnos vida eterna. Solamente en unión con él podremos vivir en ese paraíso perfecto.
Gloria al Dios Creador que siempre ha mostrado su bondad a la humanidad desde la aurora de la creación al darnos de comer, al sustentar a su creación, y al crear todas las cosas de una manera muy buena para el bien de la humanidad. El pecado ha manchado y dañado esta bella creación de Dios, pero en Cristo recuperamos nuestro amor, aprecio y cuidado por el mundo de Dios. Y no solo eso, sino que en Cristo tenemos la esperanza bendita de nuevos cielos y tierra nueva, donde una vez la armonía y sintonía de toda la creación brillarán para siempre jamás. Amén.
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