Salmo 91

1. El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente.

2. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.

3. El te librará del lazo del cazador, De la peste destructora.

4. Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad.

5. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día,

6. Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.

7. Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará.

8. Ciertamente con tus ojos mirarás Y verás la recompensa de los impíos.

9. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,

10. No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada.

11. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos.

12. En las manos te llevarán, Para que tu pie no tropiece en piedra.

13. Sobre el león y el áspid pisarás; Hollarás al cachorro del león y al dragón.

14. Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.

15. Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré.

16. Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.

Predicado en la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 5 de abril del 2020. Grabación disponible.

Introducción

Amados hermanos, el Salmo 91 no tiene título que diga quién lo escribió, cuándo y por qué. Muchos creen que fue Moisés, otros que David. Pero el hecho de que no sepamos esta información, este es un salmo, al igual que muchos más, que se aplica a toda la iglesia de Dios en todo tiempo. Es un salmo muy hermoso que nos invita a confiar de todo corazón en Dios. Es un salmo al que podemos recurrir para recordarnos que no siempre confiamos como debemos en Dios, y que debemos sentir culpa por ello, pero al mismo también es un salmo que nos recuerda que Dios no es como nosotros que se olvida sino uno que siempre está pendiente de nosotros, y quiere que depositemos toda nuestra ansiedad sobre Él (1 Pedro 5:7). Veamos, pues, de qué manera este salmo nos recuerda la protección de nuestro Dios.

La protección segura del Señor (91:1-10)

Parece que cuando se escribió este salmo, el escritor tenía en mente una liberación poderosa del pueblo de Dios dentro de un contexto de guerra. Esto es muy importante porque en nuestros tiempos de pandemia tenemos miedo de morir, al menos existe la posibilidad de infectarnos y tal vez morir. Pero en tiempos de guerra, especialmente en las guerras antiguas cuando un ejército poderoso sitiaba una ciudad, la posibilidad de morir era casi segura. A veces morir era mejor que ser atrapado vivo por todas las atrocidades y humillaciones a que eran sometidos los prisioneros. Pero aun ante el peligro inminente de la muerte, aun cuando humanamente parece que no hay esperanza, el salmista nos dice que en el Altísimo y en el Omnipotente sí hay esperanza, sí hay refugio, sí hay seguridad. Esto es lo que aprendemos a grandes rasgos en los primeros diez versículos.

El v. 1 dice: “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”. Primeramente noten que las primeras dos palabras “el que” significan cualquier persona, pobre o rica, educada o no educada, de cualquier país, de cualquier cultura, sin excepción, todo el que con plena confianza se acerca para ampararse en Dios, será protegido.

Segundo, el refugio del salmista es el Dios Altísimo y Omnipotente. Dos nombres que definitivamente comunican al creyente verdadero la máxima de seguridad de tener a este Dios como su Dios. El Altísimo significa que está por encima de todo, y que no hay nadie superior a Él. ¿No queremos confiar en un Dios así? Luego dice este Dios es Omnipotente, es decir, no hay nada imposible para Él. Este Dios te puede proteger sin lugar a dudas.

Tercero, noten que en este primer versículo hay una invitación pero también una promesa segura. Es más, la invitación está basada en esa promesa infalible. La promesa es que cualquiera que se refugie en el Dios Altísimo, sin duda alguna la sombra del Omnipotente lo cubrirá. ¡Qué hermoso es saber esto amados hermanos! El salmista había llegado a comprender que cualquiera puede abrigarse en el refugio de Dios y no será decepcionado.

La pregunta es: ¿De verdad creemos en este Dios? Ahora es un tiempo en que mucha gente regresa a Dios. La mayoría regresa a Dios por miedo, que al final de cuentas no es un verdadero regresar a Dios porque cuando pasa el peligro, se olvidan de Dios. ¿Por qué razón oras este salmo en este tiempo? Dios no es abrigo o el refugio de aquellos que en su vida diaria lo desconocen, que en su vida diaria viven como si este Dios no existiera. Dios no va a cumplir nuestro capricho. Dios es refugio seguro para su pueblo verdadero. ¿Realmente confiamos en Dios? ¿Confiamos en Él al grado de que si nos infectamos y morimos tenemos la certeza de que el Dios Altísimo y Omnipotente nos guiará incluso más allá de la muerte? (Salmo 48:14). Mucho se habla de confiar en Dios, ¿pero de verdad sabemos qué es confiar en Dios con base en la Biblia?

Los vv. 2-10 nos hablan de la seguridad que Dios brinda a su pueblo incluso en medio de las crisis más fuertes. Pero primero el v. 2 nos recuerda que confiar en Dios no debe ser un mero lema, una mera frase, un corito, o una oración apresurada, o una publicación en Facebook o Twitter, o algo que sea el resultado de un apuro, temor, inseguridad, o algo así. La confianza del salmista en Dios, la cual representa la confianza de todo el verdadero pueblo de Dios, es una confianza personal, una convicción, una realidad viva en la vida de todos los días. Cada uno de nosotros tenemos que aprender a confiar en Dios. Por eso el v. 2 dice: “Diré yo a Jehová: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré”. El salmista hace una declaración incondicional hermanos, en su corazón ha dispuesto que es una realidad constante que Jehová es su refugio y castillo o fortaleza. ¿Confías tú de manera persona y manera constante en Jehová, en el Dios del pacto que es siempre fiel?

Cuando hacemos esta pregunta y las anteriores basadas en el v. 1, entonces este salmo aunque es para todos, no es para todos. ¿Qué quiero decir? Es solamente para los que ven a Dios como la fuente de su vida, como la protección eterna de sus vidas; y no para los que ven a Dios como un amuleto, como un rezo u oración externa, como una muleta en la cual uno se apoya solamente cuando lo necesitamos. Para ellos no es este salmo. La declaración del salmista nace desde el fondo de su corazón, no solamente de sus labios.

Del v. 3-10 se describe la protección del pueblo de Dios en medio de una serie de ataques bélicos, o como consecuencia de la guerra. El v. 3 primeramente dice que este Dios Altísimo y Omnipotente libra al hijo o hija de Dios del lazo del cazador, y de la peste destructora. Dos peligros silenciosos que pueden tomarnos por sorpresa sin que podamos defendernos. El lazo del cazador hace referencia a los cazadores de aves que diseñaban sus trampas tan ingeniosamente que el ave no se percataba que había caído en la trampa hasta que estaba en la trampa. Pero nuestro Dios es uno que todo lo ve, y que libra a su pueblo del lazo del cazador. La peste destructora hace referencia a enfermedades mortales que en ese tiempo eran casi una sentencia de muerte para las personas. Pero el Dios sanador puede librar a sus hijos.

Actualmente pensábamos que estábamos muy seguros contra enfermedades infecciosas y mortales, pero parece que ya no pensamos más así. Hay una enfermedad mortal que anda alrededor de nosotros. ¿Será que Dios nos puede proteger? El salmo nos llama a confiar en nuestro Dios para echar fuera el temor de nuestra vida. Nuestro Dios puede sanarnos de cualquier enfermedad.

El v. 4 es como una reiteración del v. 1 pero con un nuevo elemento. Nos recuerda que nuestro Dios es tan tierno y amoroso con su pueblo que con sus plumas nos cubrirá y debajo de sus alas estaremos seguros. Estas palabras representan a Dios como un ave que cuida y protege a sus polluelos (Salmo 17:8; Mateo 23:37; Rut 2:12). Pero luego el v. 4 dice: “escudo y adarga es su verdad”. La palabra verdad también significa fidelidad. Nuestro Dios siempre habla con la verdad y es siempre fiel. Él puede protegernos porque es fiel y veraz. Su veracidad y fidelidad son  con como un escudo grande y uno pequeño alrededor de nosotros.

Los. vv. 5-6 continúa describiendo peligros mortales del enemigo. El terror nocturno y saeta o flecha con ataques sorpresa e inesperados. El enemigo puede atacar de noche o de día. Puede hacerlo cuando estemos dormidos o puede atacar de una manera silenciosa como una flecha que no sabemos en qué momento atravesará el corazón. Pero Dios es el “que quiebra el arco y corta la lanza” (Salmo 48:9). De igual manera el v. 6 nos dice que la pestilencia o mortandad, es decir, plagas, no deben causar terror en nosotros porque Dios cuida de su pueblo. Antiguamente si la gente no moría en la guerra, casi era seguro que moriría por plagas. Plagas que se volvían epidemias, arrasando a toda una ciudad entera, o plagas que se volvían pandemias como la que estamos viviendo actualmente. El Dios Altísimo y Omnipotente nos puede proteger.

Los vv. 7-10 regresan a la imagen de la guerra. El pueblo de Dios por su infidelidad y desobediencia fue atacado y derrotado por muchos enemigos. No siempre fueron librados, pero cuando el pueblo y sus líderes se postraban de corazón ante el Dios Altísimo y suplicaban su favor, Dios (aunque no se lo mereciera) los libraba de la muerte. Muchas naciones a su alrededor podían ser castigadas por los egipcios, los asirios, los babilonios y otros grandes imperios, pero Dios protegía a su pueblo. Es más, ellos mismos veían cómo Dios castigaba a sus enemigos.

Pero eso sucedía solamente cuando el pueblo, como dice el v. 9, ponía su esperanza en Jehová, al Altísimo por su habitación. Solamente cuando el pueblo rebelde e infiel volvía arrepentido de corazón al Señor, Dios los protegía y el mal no llegaba a ellos y la plaga no tocaba su hogar, su familia. Pero, ¡ay hermanos! Presiento que la mayoría de los que ahora oran por los demás y ruegan por los enfermos, lo hacen por temor, por miedo, y no por conocer, amar y confiar plenamente en el Dios Altísimo. Y si resulta que no son librados de la plaga o del peligro, inmediatamente ellos blasfeman el nombre de Dios. Lo hacen porque no han puesto a Jehová como su esperanza, por su habitación segura. Oran y ruegan motivados solamente por el miedo y el terror del peligro.

La protección sobrenatural de Dios (91:11-13)

El creyente por la luz de la Palabra de Dios sabe que Dios protege a su pueblo por medio de recursos naturales como la medicina, pero también con recursos sobrenaturales, enviando a los ángeles para cuidar a su iglesia (Hebreos 1:14). Estos versículos nos dicen que Dios manda a sus ángeles para protegernos en todos nuestros caminos. No permiten que tropecemos con piedras, e incluso da a su pueblo el poder de pisotear y destruir al león, a la serpiente, y cualquier bestia. Es decir, no hay enemigo humano, enfermedad humana que sobrepasa el poder de protección de Dios. Hermanos, estas palabras muestran cuánto importamos para Dios. Muestra su misericordia hacia su pueblo, quien puede ser fácilmente destruido por cualquier peligro. Somos tan vulnerables y frágiles.

Deben saber que este salmo, o estos versículos, el diablo los aplicó de una manera incorrecta al Señor Jesucristo. Los interpretó de una manera que quiso hacer pensar a Jesús que Dios podía salvarlo, e incluso enviaría inmediatamente sus ángeles, aunque hiciera cosas peligrosas y riesgosas. Incluso cuando actuemos irresponsablemente Dios nos cuidará. No importa que pongamos a prueba a Dios, no importa que lo estemos tentando, Él nos cuidará, pensaba el diablo. No, hermanos. Jesús en la tentación, rechazó ese uso incorrecto de este salmo. Y temo que Satanás ha engañado a muchos el día de hoy de una manera tan vergonzosa. Sí, Dios es Altísimo y Omnipotente, pero este Dios nos manda a usar los recursos necesarios para protegernos también. Sí, este gran Dios puede protegernos, pero nos manda que actuemos responsablemente. Nuestro Señor Jesucristo dio la correcta interpretación de estas palabras, cuando comparando esta escritura con otra escritura, le dijo a Satanás: “No tentarás al Señor tu Dios” (Deuteronomio 6:16).

Parece ser que, entonces, Dios no cuidará y protegerá a cualquier persona que actúe irresponsablemente o descuidadamente. Cuidará a aquellos que se refugian de todo corazón bajo la sombra de sus alas. E incluso si no los libra de peligros en esta vida, su salvación está asegurada para siempre.

La promesa de Dios (91:14-16)

Y esto es lo que finalmente nos comunica los vv. 14-16. En esta hermosísima promesa hay un llamado a confiar y amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, alma y fuerzas. ¿Quién ha puesto su amor en Dios de una manera plena? ¿Quién ha invocado a Dios en la angustia de todo corazón? ¿Quién ha vivido su vida amando y sirviendo a Dios de corazón? ¿O pensamos que porque hay una pandemia, Dios librará, responderá, nos dará una larga vida y nos salvará tan solo porque en nuestra desesperación y temor se lo pidamos? ¿Acaso creemos que Dios está obligado a librarnos cuando toda nuestra vida es una vida tibia, una vida de infidelidad, de falta de compromiso, de descuidar la iglesia, la lectura de la Biblia, la oración, los estudios bíblicos, de nunca tener devocionales familiares con nuestros hijos? ¿Pensamos que de verdad Dios vendrá corriendo a ayudarnos porque lo merecemos?

No nos engañemos hermanos. Conozcamos a Dios tal y como se da a conocer en la Biblia, amemos a Dios como la Biblia lo manda, sirvamos a Dios como su Palabra lo manda, confiemos en Él cada día, y entonces si es su voluntad, Dios puede librarnos de la peste destructora, de pestilencia y mortandad. Piensen cuántos cristianos han muerto en el mundo hasta ahora por la pandemia. ¿Será que estas palabras de promesa no se cumplieron en sus vidas? ¿Será que Dios se olvidó de ellos? Claro que no. Dios a quien quiere puede protegerlo, y si lo hace es por su misericordia, por su fidelidad.

Pero Dios, por otro lado, es tan bueno y misericordioso que aunque somos infieles, Él nos libra de la enfermedad. Envía a sus ángeles a socorrernos.

Conclusión Quiero terminar recordándoles que este Salmo se nos aplica solamente por medio de Cristo. Porque nadie de nosotros realmente confía en Dios, nadie realmente puede poner su esperanza en Dios, nadie realmente puede amar a Dios de todo corazón. Pero Cristo sí lo hizo, hermanos. Cristo nunca vaciló en su compromiso con su Padre, nunca dudó de amar y obedecer a Dios. Lo amó hasta la muerte. Incluso en la hora de su muerte en la cruz, encomendó su espíritu a Dios. Él no fue librado de la muerte, sino que murió para nuestra salvación; pero era imposible que la muerte lo retuviera (Hebreos 2:24), y su Padre estuvo con Él en la angustia, lo libró, puso su nombre en alto, lo glorificó y lo sació de larga vida. Al tercer día, su Padre lo vindicó cuando resucitó glorioso de la tumba destruyendo el poder de la muerte y al diablo. Destruyendo la muerte eterna por su gloriosa resurrección. Es solamente a través de Cristo que el Dios Altísimo y Omnipotente es nuestro abrigo, nuestra sombra, nuestro refugio, nuestra salvación. Es solamente que a través de Cristo somos saciados de larga vida y se nos ha mostrado la salvación de Dios. Amén.

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