Autor: Howard Hart

Traductor: Martín Bobadilla

Revisión: Valentín Alpuche

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad (Colosenses 2:9-10, Catecismo de Heidelberg 15).

Jesús, nuestro bendito amigo y Señor, es un hombre real, una persona real y la segunda persona de la Trinidad. Nuestro Señor caminó sobre este planeta hace 2000 años. Jesús anduvo los caminos de Palestina predicando las buenas noticias del reino, arrepentimiento y fe. Él anduvo haciendo bienes (Hechos 10:38). Ese es quien es Jesús ahora (Lucas 2:43; Juan 10:14-15; Marcos 1:14-15; Hechos 10:30; Catecismo de Heidelberg 15-18, 35, 48; Confesión Belga 18-19, 26).

Quiero enfatizar de nuevo estos eventos históricos. Jesús no es alguna deidad olímpica en las nubes o una elevada historia religiosa barthiana que no tiene realidad histórica. Jesús como el Dios-hombre caminó las colinas, valles y aldeas del antiguo Israel. Habló a la gente y predicó sobre el pecado, la salvación y el servicio. Nuestro Señor proclamó la creación, caída, redención y restauración en las sinagogas y en las laderas. Lo hizo en el tiempo e historia reales.

Nuestro texto nos dice que Jesús es completamente Dios, que Jesús es completamente Dios en un cuerpo, que Jesús es completamente Dios ahora. El Señor Jesús, como el Dios-hombre, tiene profundas consecuencias de salvación para nosotros como cristianos.

I. Jesucristo es completamente Dios

En nuestro pasaje, Pablo está advirtiendo a la gente contra la falsa enseñanza o la filosofía hueca que no es “según Cristo” (Colosenses 2:8). Jesús es el punto de inicio de todo nuestro pensamiento teórico, de nuestra perspectiva de la vida y de todas nuestras actitudes. Sin Jesús todo carece de significado y está vacío, simplemente todo está equivocado. Después, el gran y anciano apóstol nos da la razón de la importancia total de Cristo en el versículo nueve.

¡Mira como Pablo expone la cuestión! No solo dice, “En Él habita la Deidad”. Lo que sería preciso y adecuado. No solo dice, “en Él habita la plenitud de la Deidad”. Lo que es aún más espectacular. Pero todo eso no es lo suficientemente fuerte para el apóstol. Él dice, “En Él habita TODA la plenitud de la Deidad”. Jesús es Dios. Toma todo lo que es necesario para la completa definición de Dios y eso es lo que Jesucristo es. Compruébalo tú mismo.

Ven conmigo cuando veamos a Jesús de pie en el bote durante una tormenta en el mar de Galilea y grita “calla enmudece” y las aguas se calmaron.

Ven conmigo y  a Jesús estando de pie ante una mujer pecadora en un pozo, mira lo que hay su corazón y le dice, “porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido”. Conoce su vida. El Señor podía leer su corazón. Nuestro Señor conocía su pecado personal. La perdonó y la hizo ser testigo de sus buenas nuevas.

Ven conmigo y miremos cómo el agua se convierte en vino en la boda de Canaán.

Ven conmigo y miremos cómo el creyente ahora Tomás cae a los pies del Señor para reconocer la resurrección física de su maestro y clama, “Mi Señor y mi Dios”.

Ven conmigo y mantente a los pies de la cruz mientras Él muere por nuestros pecados, y escucha la confesión del centurión gritando, “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

Todo lo que Dios le pertenece a Él; todo lo que Dios es, Él lo es.

II. Jesús es completamente Dios en un cuerpo

El siguiente paso en nuestro texto declara la verdad de la encarnación. Dios y un cuerpo. Todo lo que se puede decir de Jesús y su completa deidad puede ser dicho también de su carne humana y de su humanidad. En la gramática griega tenemos aquí una “sinécdoque” esto es, una figura retórica en la cual una parte del todo es usada para el objeto completo. En la costa de Nueva Inglaterra, mi hogar, puedes mirar lo extenso del océano y ver solo las velas o el humo de los barcos sobre el horizonte de la curvatura de la tierra y decir: “Hay barcos en el mar”. O como los antiguos balleneros en Nueva Inglaterra gritaban “Ahí sopla” cuando solo veían parte de una ballena echando agua. La parte representa el todo. Jesús tiene humanidad. Aquí la Deidad asume o adquiere la humanidad. Esto es para Dios un acto de adición. Todos los atributos de Dios están intactos. Todos los atributos de la humanidad están intactos. Dios permanece Dios –Dios se hace completamente hombre. La Palabra se hizo carne (Juan 1:14). 

“Carne” y “cuerpo” denota la naturaleza humana. Jesús tiene una naturaleza humana real –un cuerpo real. Compruébalo tú mismo.

Ven conmigo mientras vemos que tenía hambre y comía (incluso después de la resurrección).

Tenía sed y bebía (“tengo sed”).

Ven conmigo y veámosle cansarse y dormir.

Ven conmigo y veámosle nacido como un bebe y dependía de María su madre.

Ven conmigo y veámosle crecer como un niño en sabiduría y estatura (Lucas 2:40,52).

Él es real con una naturaleza humana real. El cuerpo del Señor no fue solo un caparazón vacío o un vehículo vacío para actuar como Dios. Sus dos naturalezas están unidas –sin embargo permanecen separadas en cuanto a sus atributos. Son dos naturalezas completamente perfectas y distintas.

Misterio de misterios. ¿Puedes explorar las profundidades de lo sublime?

Ven conmigo y veamos cómo tropieza bajo la carga de la cruz y, sin embargo, caminó sobre las aguas de Galilea.

Ven conmigo y veámosle hambriento y rechazando la tentación de Satanás y, sin embargo, capaz de alimentar a 5000 hombres con unos pocos panes y peces.

Cecil F. Alexander ve esto al escribir:

“Suyos son los miles de arroyos brillantes,

   Que de mil fuentes brotaron,

   Y llenan la música de las colinas;

    Y sin embargo, Él dice: “Tengo sed”.

III. Jesús es completamente Dios en un cuerpo ahora

Nuestro verbo “habita” –“vive” está en tiempo presente. Es fijo. Sus dos naturalezas están eternamente juntas. Pero por ahora, el Señor se sienta en los cielos con la integridad de sus dos naturalezas intactas. Nuestro Señor es una persona con dos naturalezas. Conoce nuestros problemas y tentaciones, pero sin pecado (Hebreos 4:14-16). Ahora, justo ahora, en este mismo momento, en el cielo, las dos naturalezas de Jesús están preservadas. Sus naturalezas no están separadas, divididas como para que hable como “nosotros” o como “para nosotros”. Cristo siempre usa el término “Yo” (Juan 3:3, 17:5). Las naturalezas no están confundidas, o cambiadas de forma que se convierte en un híbrido de personalidades combatiendo una con la otra por el dominio. Jesús no es dos personas en un cuerpo (Credo de Calcedonia, 451 D.C.). El Señor está perfectamente unido en su única Persona. La Confesión Belga lo pone de esta manera, “Creemos, que por esta concepción, la Persona del Hijo está inseparablemente unida y conectada con la naturaleza humana, de tal manera que no hay dos Hijos de Dios, ni dos personas, sino dos naturalezas unidas en una sola Persona; sin embargo, cada naturaleza conserva sus propiedades distintas (Artículo 19). Jesús hace todo de acuerdo a la unidad de ambas naturalezas (Romanos 1:3-4). En todo, cada naturaleza hace lo que le es propio. Lo que es cierto de cada naturaleza se atribuye a la Persona. Jesús, en efecto, es una Persona divina compleja. Es difícil entender todo esto. A lo que se reduce también es que las naturalezas divina y humana del nazareno no tienen mezcla, confusión, interferencia, reducción, modificación extracción, conversión en su composición. Las propiedades de las dos naturalezas coinciden en una persona. Hay una comunión activa entre ellas. No hay interpenetración mutua. Una naturaleza no toma el lugar de, o cambia a la otra en una nueva especie. Hay una inseparable unidad con una comunión dinámica. Hay una eficiencia distintiva de ambas naturalezas. Este es mi entendimiento de la información de los Textos Sagrados (Juan 1:14, 6:69; 1 Timoteo 2:5; Romanos 9:5; Hebreos 5:8; Filipenses 2:6; Confesión de Fe de Westminster 8:2). El profesor John Murray, uno de los grandes teólogos que honra a nuestra herencia reformada, declaró el misterio del contraste en la encarnación de esta manera: Jesús llegó a ser: lo que era infinito se volvió finito, lo que era eterno entró en el tiempo, lo que era inmutable se volvió mutable, lo que era invisible se volvió visible, lo que era el Creador se volvió creado, lo que era el Sustentador se volvió dependiente y lo que era Todopoderoso se volvió débil. La bendita segunda persona de la Trinidad hizo esto para salvarnos de nuestro pecado (Mateo 1:21; Catecismo de Heidelberg 15,35).

IV. Jesús como completamente Dios en un cuerpo, ahora tiene consecuencias maravillosas de salvación para su pueblo hoy.

¿Qué nos confiere Cristo a nosotros? “En Él has sido hecho completo”. Hemos sido hechos participantes de la plenitud de la obediencia activa y pasiva de Jesús. No se necesita, como Pablo dice en nuestro contexto, depender de algunos mediadores angélicos para alcanzar alguna meta espiritual futura. Cristo nos ha sido dado como “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6), “os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:13). Este es el ministerio actual de Jesús, el Cristo y nuestro Sumo Sacerdote.

La palabra “completo” en el griego del Nuevo Testamento está en el tiempo “perfecto”. Se traduce como “subir de nivel”, o “proporcionar” o “terminar”. En Hebreos 10 se nos dice que estamos hechos completos por el único sacrifico de Cristo (Hebreos 10:1, 12,14). El apóstol Pablo explica que el Padre ha preparado y ofrecido el cuerpo del Mesías de una vez y para siempre para hacer un sacrificio de purificación por nuestro pecado personal (Hebreos 10:2, 5, 10, 12, 14, 21; Salmos 40:6-8; Jeremías 31:33-34).

Noten cómo las Escrituras y nuestro Catecismo de Heidelberg revela las dos naturalezas y la persona de nuestro Señor en acción mediante la satisfacción hecha por nuestro pecado personal (Catecismo de Heidelberg 14-17; Hebreos 2:16; 1 Timoteo 2:5; 2 Corintios 5:21; Romanos 5:17, 8:3).

Nuestro texto también nos dice que Jesús tiene autoridad celestial regia. Sus mismas declaraciones son la misma Palabra de Dios. Nuestro Señor tiene toda la autoridad original para perdonar el pecado (Marcos 2:1-12).

Invocamos a Jesús para que nos salve de nuestro pecado (Mateo 1:21).

¿Esta porción del Texto Sagrado te muestra cómo podemos amar más al Nazareno por conocer más sobre quién es Él? (Colosenses 1:19-20).