Predicado en la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 29 de marzo del 2020.

Salmo 90:1-2

1. Señor, tú nos has sido refugio De generación en generación.

2. Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.

Introducción

Amados hermanos, todos en nuestra familia hemos heredado costumbres, muchas de las cuales, no se formaron con nosotros, sino que han sido transmitidas de generación en generación. La fe cristiana ciertamente no nació en nuestra generación, sino que la hemos recibido de generaciones pasadas de nuestra familia en la fe. Pero dentro de la fe cristiana hay tantas enseñanzas que, de hecho, nuestra herencia bíblica, es la más rica de todas. Mientras más aprendamos del contenido de nuestra confesión cristiana, más apreciaremos su profundidad y su riqueza. En la Biblia tenemos palabras de consuelo, de exhortación, de esperanza, de gozo, promesas eternas, ejemplos, y mucho más. Hoy quisiera meditar brevemente en una profunda enseñanza del Salmo 90, especialmente los vv. 1-2.

La naturaleza literaria del Salmo 90

Este Salmo se atribuye a Moisés. Dice el título: “Oración de Moisés, varón de Dios”. Muchos estudiosos de este Salmo consideran que Moisés redactó este salmo justo antes de su muerte, y justo antes de que el pueblo de Israel comenzara su marcha para entrar a la tierra prometida bajo el liderazgo de Josué, su sucesor. Es sobresaliente que este salmo sea una oración, ya que el último escrito legado por Moisés, bajo la inspiración del Espíritu Santo, es una oración, es decir, palabras que denotan que en la oración Moisés se sometió al poder y la voluntad de Dios, palabras que indican la confianza plena que Moisés tenía en el Señor, incluso después de guiar durante cuarenta años a un pueblo rebelde y contradictor. Palabras que expresan el único consuelo del creyente en el Dios que sació a Moisés de misericordia, a quien le cantaba y se alegraba en Él todos los días de su vida (90:14-15). Al Dios cuya gloria brilló y resplandeció en su pueblo aunque no se lo merecían, y el Dios que confirmó o estableció las obras de Moisés y de los israelitas que en verdad amaban a Dios (7:16-17).

Pero especialmente esta oración es oportuna para nosotros en este tiempo en que vivimos, un tiempo de temor y angustia ante la posibilidad de ser infectados y morir, ya Moisés oró a Dios precisamente porque sabía que iba a morir. Dios le dijo que no vería la tierra prometida y la hora de su muerte estaba fijada. Ante la muerte, la mayoría de nosotros desfallecemos, caemos en la ansiedad, en el temor, en la desesperación, y olvidamos orar a Dios. Moisés nos enseña en este salmo precisamente a orar siempre al Dios creador y dueño del universo. Sientes temor de infectarte y morir, ora Dios. Tienes mucho miedo por lo que oyes a tu alrededor, ora a  Dios. ¿No sabes lo que pueda pasarte a ti, a tu familia, a tus hijos? Ora al Señor. Uno mayor que Moisés, nuestro Señor Jesucristo, ante la inminente realidad de su muerte, también oró. Los evangelios nos recuerdan que sus discípulos estaban cargados de sueño y no podía orar con él, ni siquiera una hora. Pero Él se encomendó a la voluntad de su Padre celestial. Sabía que iba a morir, sabía que era necesario que muriera, sabía que por su muerte aseguraría la salvación de un pueblo rebelde y contradictor como nosotros. Gracias a Jesucristo, nuestro Señor, quien nos dejó el mejor ejemplo de orar ante la amenaza del peligro de la muerte. Aprendamos de Moisés, y especialmente de nuestro Señor, a orar. Oremos en todo tiempo.

La naturaleza del Dios de Moisés

Pero, ¿por qué Moisés cae postrado en oración, por así decirlo, en este su último escrito y justo antes de su muerte? Porque sabía quién era su Dios. Él dice: “Señor, tú nos ha sido refugio”. La palabra para Dios aquí es Señor, y es una palabra que denota el poder soberano de Dios sobre todas las cosas. Denota que el Señor es el dueño absoluto de todas las cosas. Este Dios no es sorprendido por nada ni por nadie, este Señor es uno que hace su voluntad en el cielo y en la tierra; este Señor es uno que está lleno de poder y puede cambiar las cosas de un momento a otro, pero quiere que nosotros confiemos en Él primeramente. ¿Realmente confiamos en Dios con todo nuestro corazón? Moisés no lo hizo, y por eso Dios lo castigó de manera ejemplar no permitiéndole entrar a la tierra prometida. Mas sin embargo, Moisés se sometió a su voluntad, porque sabía que la voluntad de Dios es agradable y perfecta (Romanos 12:2).

Pero luego Moisés dice que el Señor ha sido refugio para el pueblo de Israel “de generación en generación”. Estas palabras indican la fidelidad de Dios. Dios es fiel. Él escogió a Israel como su pueblo, y su pacto establecido con ellos es inquebrantable, invencible, incluso aunque su pueblo de generación en generación violó el pacto, desobedeció el pacto. Este Señor soberano siempre permaneció fiel a su pacto, aunque muchas veces Israel fue infiel (2 Timoteo 2:13). El pueblo de Israel fue un pueblo pecaminoso como nosotros. Por cuarenta años Dios tuvo muchísimas razones para destruir a su pueblo, pero no lo hizo por amor al pacto establecido con Abraham, Isaac y Jacob. Moisés dice en el v. 8 que Dios había consumido y turbado a los pecadores impenitentes en el desierto por sus maldades, por sus yerros, es decir, por sus pecados secreto u ocultos. Dios no se enojaba con su pueblo despóticamente sino que era el pecado de los israelitas lo que provocaba la ira de Dios, pero nunca destruyó ni condenó al pueblo elegido conforme a su santo pacto eterno.

“De generación en generación” denota la fidelidad inquebrantable de Dios. ¿Por qué Moisés oró a Dios justo antes de su muerte? Por la fidelidad inquebrantable del Señor. Hermanos, nosotros también podemos confiar en la fidelidad inquebrantable de Dios. Su fidelidad se ha mostrado de la manera más grande a cada uno de nosotros al haber enviado a su Unigénito y Amado Hijo Jesucristo. Moisés ciertamente soportó por cuarenta años las murmuraciones del pueblo de Israel, pero lo único que pudo hacer fue orar a Dios por ellos para que no fuesen consumidos. Pero nuestro Señor Jesucristo es uno que, para empezar no tenía necesidad de vivir en este mundo y humillarse como lo hizo, pero precisamente murió no sólo por los judíos escogidos, sino por todos los escogidos de Dios, escogidos no por sus buenas obras o por su fe inquebrantable en Dios, sino que murió por los impíos y los débiles. Sin que tuviera necesidad, Jesucristo se mostró siempre fiel y obediente a la voluntad de su Padre para salvarnos. Jesucristo es la fidelidad misma de Dios encarnada y realizada en nosotros. Por eso podemos confiar en Él también.

Pero Moisés nos dice otro atributo de Dios, al decir: “antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo”. Es una expresión que repite la misma idea con dos líneas, la idea de que el Señor es el Creador eterno de todas las cosas. Antes que naciesen los montes significa antes que los formara, ya que eso lo explica la segunda parte del v. 2 cuando dice: “y formases la tierra y el mundo”. ¿Quién formó todo lo que existe? ¿Quién creó todas las criaturas? Dios, el Señor quien es dueño del universo. Los montes no se hicieron solos, la tierra y el mundo no vinieron a la existencia por sí mismos, sino que Dios los creó. Nosotros no existimos de nosotros mismos, ni por nosotros mismos, ni para nosotros mismos sino de Dios, por Dios y para Dios. El apóstol Pablo lo declara así en Romanos 14:7-8: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos”. Sí, hermanos, por eso Moisés oró a Dios justo antes de su muerte. Y nosotros lo podemos hacer también porque Jesucristo es nuestro Señor, el Hijo de Dios es Señor de todos para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11). El Nuevo Testamento nos enseña que Jesús es el Creador de todas las cosas, y por eso podemos confiar y orar a Él en el momento de la angustia. Jesucristo es el Señor del Salmo 90 también porque Jesús es Dios.

Por último, Moisés ora al Señor porque Él es eterno. Moisés dice: “desde el siglo y hasta el siglo tú eres Dios”. ¿Desde cuándo y hasta cuándo Dios es Dios? Desde el siglo y hasta el siglo, es decir, desde la eternidad hasta la eternidad. Es una forma hebrea para decir que Dios no tiene principio ni fin, Él simplemente es, Él es el gran Yo Soy, siempre ha existido. Para el pueblo de Israel entonces, Dios siempre había sido Dios, y siempre lo será. Por eso el pueblo de Israel, el pueblo de Dios, podía cantar con los hijos de Coré así: “Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aun más allá de la muerte” (Salmo 48:14).

Hermanos, Dios no tiene principio, ni tendrá fin. Él está por encima del tiempo y fuera del tiempo y es soberano sobre el tiempo. Y si nosotros confiamos en Él, entonces nuestra vida está asegurada por toda la eternidad, es decir, para siempre. Es imposible para las palabras humanas explicar la eternidad, pero sí sabemos que al resucitar con Cristo nunca más volveremos a morir, que viviremos para siempre, que nunca más seremos infectados por un virus, que nunca más tendremos temor de ser contagiados y morir. Este Señor eterno libró a su pueblo muchas veces de la muerte, los libró de plagas. ¿Se acuerdan de las plagas que envió sobre los egipcios? Bueno, ninguno de los israelitas fue infectado ni dañado. Pero incluso si es la voluntad de Dios que seamos dañados por este virus o cualquier otra cosa, debemos saber que por siempre nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3:3).

Por otro lado, la eternidad de Dios solamente la comprendemos un poco mejor cuando la comparamos con nuestra vida corta y efímera. Por eso Moisés en nuestro salmo dice que Dios vuelve al hombre a la destrucción, convierte al hombre en polvo de donde fue tomado (9:3-4). La idea detrás de estas palabras es que el hombre, que el Adán que fue tomado del polvo al polvo volverá, lo cual nos recuerda las palabras de Génesis 3:19: “Pues polvo eres, y al polvo volverás”. ¿Cómo comparar al hombre, que solamente es polvo, con Dios? Pero luego en 90:4 dice que mil años a los ojos de Dios son como el día de ayer que ya pasó, y como una de las vigilias de la noche, es decir, como tres horas. Para nosotros ¿qué son mil años? Pues ni lo podemos explicar porque ninguno de vosotros vivirá mil años. Incluso Matusalén que le faltó un poquito para llegar a mil años, Dios dice que para Él Matusalén es como si solo hubiera vivido un día o tres horas. Es que hermanos, la eternidad simplemente no se puede comparar con el tiempo. No hay comparación. Pero lo impresionante de ello es que nosotros, aunque nunca llegaremos a ser eternos como Dios, sí viviremos por la obra perfecta de Cristo por toda la eternidad. No tengas temor a la muerte porque es tan sólo un paso muy breve a nuestro hogar eterno.

Por eso también, Moisés dice que los israelitas son como un sueño, como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada y se seca. La vida es como un pensamiento. A duras penas alcanzamos a vivir setenta años, cuando mucho ochenta años, y además llenos de molestia y trabajo, porque pronto pasan y volamos, es decir, desaparecemos por así decirlo (90:9-10). Pero nuestro Dios es eterno hermanos. No tiene principio ni tiene fin. Y ¿saben? Nuestro Salvador Jesucristo también es eterno, no tiene principio ni tiene fin. Dice la Palabra de Dios que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 12:8). Y luego el mismo Jesucristo, en su revelación al apóstol Juan, le dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,…el que es, y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). Y luego en Apocalipsis 1:17-18 dice el mismo Jesucristo: “No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”. Impresionantes palabras, ¿verdad? Lo impresionante de esas palabras hermanos es que no sólo el Señor del Salmo 90 es desde el siglo y hasta el siglo, sino que nuestro Salvador lo es también. Nuestro Señor Jesucristo es el mismo Señor y Dios del Salmo 90 con respecto a su fidelidad, como Creador, y como Dios eterno. Jesús es el Señor del Salmo 90, y en Él también confiaba Moisés, y en Él nosotros también podemos confiar para siempre.

Conclusión

Finalmente, hermanos, este Dios fiel, Creador y eterno es uno que ha condescendido y escogió ser para Moisés, para el pueblo de Israel, y también para nosotros, nuestro refugio. Sí, hermanos, este gran Señor y Dios es en Cristo para el pueblo de Dios su único refugio. A pesar de quiénes eran los israelitas, a pesar de sus pecados, su rebelión, su maldad, sus pecados secretos, Dios había sido su refugio. No los abandonó aunque ellos se merecían eso. Moisés sabía cuán duros de corazón e incircuncisos de corazón eran los israelitas, pero incluso así, Dios permaneció fiel para ser su refugio eterno.   La idea de la palabra refugio tiene en realidad dos ideas hermosas: refugio significa también habitación o morada. Dios el Señor había sido para el pueblo judío, para los judíos en el interior o de corazón (Romanos 2:28-29), su hogar eterno y su lugar seguro aun cuando estaban en Egipto, aun cuando caminaron “por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua” (Deuteronomio 8:15); incluso ahí Dios fue siempre la habitación y refugio para ellos. Refugio o habitación es una palabra que comunica tanto fortaleza y poder, pero también cuidado paternal, amor y ternura de parte de Dios para su pueblo. Para el pueblo judío espiritual que confiaba en las promesas de Dios Egipto nunca fue su hogar y refugio eternos, el desierto tampoco, y ni siquiera la tierra prometida terrenal. Para el Israel de Dios (Gálatas 6:16), Dios siempre ha sido y será su habitación y su refugio. Pase lo que pase el Dios eterno nunca dejará ser nuestro hogar eterno y nuestro refugio eterno. Pero el Señor no es solo para el pueblo de Israel su refugio sino para nosotros también hermanos. Ya vimos que el Señor Jesucristo mismo se autoproclama como el Alfa y Omega, principio y fin, el que vive por los siglos de los siglos (Apocalipsis 2:17-18). En otras palabras, Él es el Señor del Salmo 90 también, y por eso es que nosotros, al igual que Moisés, en estos tiempos de temor y angustia, podemos orar: “Señor, tú nos has sido refugio, de generación en generación, antes que naciesen los montes, y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”. Amén.

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