Predicado en la Iglesia Reformada Valle de Gracia el 16 de febrero del 2020. Grabación disponible.

Introducción

Amados hermanos, la conversión de Saulo fue un evento completamente transformador en su vida. Antes perseguía a la iglesia y hacía sufrir a los discípulos de Jesús. Ahora es un discípulo de Jesús, predica a Cristo y sus enemigos (que antes eran sus amigos) lo persiguen y quieren matarlo. Ahora sus amigos son los cristianos, los cuales lo ayudaron a escapar de Damasco para que no lo mataran. Saulo ahora, nos dice nuestro pasaje de Hechos 9:26-31, sale de Damasco y se va a Jerusalén. ¿Qué va a sucederle en Jerusalén? Ese es el tema de hoy. Me gustaría dividirlo en tres partes: 1) Los discípulos tienen miedo a Saulo (9:26); 2) Los discípulos aceptan a Saulo y sus enemigos lo quieren matar (9:27-30); 3) el Señor bendice a su iglesia (9:31).  

Los discípulos temen a Saulo (9:26)

Hechos 9:26 nos dice que Saulo llegó a Jerusalén después que salió huyendo de Damasco. Parece que las cosas se han invertido completamente. Recuerden que Saulo fue a Damasco a arrestar a los creyentes que habían huido de Jerusalén. El Señor Jesús arrestó a Saulo y lo hizo su apóstol. Ahora Saulo sale huyendo de Damasco y regresa a Jerusalén como esclavo de Jesucristo. Recuerden que Saulo fue a Damasco con la autoridad del sumo sacerdote y de los principales sacerdotes, ahora regresa a Jerusalén con la autoridad y el poder del Cristo resucitado. En Jerusalén destruía a los cristianos, ahora sus enemigos buscan destruirlo a él. ¡Cómo han cambiado las cosas!

Pero su reputación de perseguidor de los discípulos de Jesús todavía era muy fuerte en Jerusalén, y parece que los hermanos de Jerusalén no estaban muy informados de que la iglesia cristiana de Damasco ya había aceptado a Saulo y de que él era ahora un apóstol de Jesucristo. Por eso en Jerusalén “trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo”. Al igual que Ananías y los demás cristianos en Damasco, los creyentes de Jerusalén dudaban de Saulo y le tenían miedo. El hecho de que le tuvieran miedo, una vez más indica el odio anterior de Saulo contra la iglesia, y su reputación como perseguidor de cristianos. Por otro lado, la precaución de los discípulos de Jerusalén en aceptar a Saulo inmediatamente nos enseña dos cosas al menos: 1) Incluso un apóstol de Jesucristo no puede ni debe actuar aparte de la iglesia, y debe buscar la comunión con la iglesia. En nuestros tiempos esta lección es sumamente importante, ya que muchísimos que se llaman cristianos, quieren vivir como si la iglesia no existiera. 2) La segunda lección es que la iglesia no debe aceptar inmediatamente a cualquier persona que se nombre apóstol, profeta o pastor. Para empezar, apóstoles y profetas como oficiales de la iglesia ya no existen. Pero con respecto a los pastores, la iglesia debe estar segura que el pastor sea un verdadero creyente, uno que tenga buen testimonio, uno que respeta altamente la Biblia, sea humilde y tenga una verdadera preocupación la congregación. Y con esto llegamos al segundo punto.

Los discípulos aceptan a Saulo y sus enemigos lo quieren matar (9:27-30)

Del v. 27-30 aprendemos cómo fue que la iglesia, el cuerpo de creyentes en Jerusalén, aceptó a Saulo como discípulo de Jesucristo. En primer lugar, Lucas nos habla de Bernabé, quien tomó la iniciativa de hablar con Saulo y presentarlo ante los apóstoles. Bernabé no es un nuevo discípulo en Jerusalén sino uno que desde hacía varios años había estado muy activo dentro de la iglesia. Por ejemplo, se le menciona en Hechos 4:36-37. Bernabé en realidad era su sobrenombre y significaba “Hijo de consolación”, lo cual indica que él era una persona que amaba a Dios y amaba a los hermanos, ya que los consolaba, los animaba, siempre buscaba el bien de la iglesia. Además Bernabé había nacido en Chipre, en una isla, fuera de Israel. Era un judío nacido en el extranjero; también era levita, de la tribu de los sacerdotes. Se nos dice que él tenía una heredad, la cual vendió y todo el dinero de la venta lo entregó a los apóstoles.

Ese corazón consolador y de ayuda de Bernabé se volvió a manifestar para ayudar a Saulo. Veía que todos desconfiaban de Saulo, huían de él y nadie quería convivir con él. Hechos 9:26 dice que Saulo “trataba de juntarse con los discípulos”, es decir, estaba buscando constantemente la oportunidad de integrarse al cuerpo de creyentes, pero nadie se atrevía a recibirlo. Entonces Bernabé intervino. Supongo que Bernabé pasó mucho tiempo en oración para pedir la dirección de Dios en este asunto. Supongo que también decidió reunirse con Saulo. Platicaron largamente, y vio los frutos de un verdadero creyente en el antiguo perseguidor de la iglesia. Bernabé recibe a Saulo como un hermano en Cristo, y no sólo eso sino que lo llevó a los apóstoles. ¡Qué gran ejemplo tenemos en Bernabé hermanos! Pero Bernabé es un ejemplo no solamente de recibir por recibir a cualquier persona, sino es un ejemplo de oración, de buscar la dirección de Dios y entonces recibir con alegría a los nuevos discípulos del Señor. Igualmente la iglesia debe orar al Señor constantemente, y con la dirección de Dios, recibir a los verdaderos creyentes dentro de su seno y pastorearlos con el amor de Cristo.

Saulo tuvo la oportunidad de hablar con los apóstoles contándoles cómo “había visto al Señor”. Les habló de la aparición del Cristo resucitado. Les dijo que el Señor “le había hablado”. ¡Qué importante era esta información para los apóstoles! El Cristo vivo se había manifestado una vez más, y en este caso a Saulo, a quien le habló, lo nombró su apóstol para predicar el evangelio a los gentiles. Cristo Jesús, en efecto, no estaba muerto, sino vivo. Junto con ello, Bernabé les explicó la manera valiente como había hablado en el nombre de Jesús en Damasco, es decir, Saulo hablaba con la autoridad de Cristo. De Cristo provenía su valor para dar testimonio de Cristo mismo. Hermanos, el testimonio del pueblo de Dios es muy importante. El verdadero creyente no puede quedarse callado. El pueblo de Dios buscará con sabiduría ser testigo de Jesús, hablar de Jesús a otros. Nosotros tenemos que hacer lo mismo. Y especialmente debemos recordar que al hablar de Cristo hablamos con la autoridad y el poder de Cristo. Oremos al Señor para que nos dé la valentía de compartir el evangelio con los que nos rodean. La iglesia apostólica tenía como marca distintiva dar testimonio de Jesús. Toda su vida giraba en torno al Señor Jesús, y en este caso, el ministerio de Saulo, su nueva misión, tenía en su centro al Señor Jesucristo.

Los apóstoles lo escucharon y después le dieron la bienvenida. Hechos 9:28 dice: “Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía”. Es decir, los apóstoles lo recibieron, después lo presentaron a la congregación y todos unánimemente lo recibieron como un hermano en Cristo. Ahora Saulo era uno de ellos. Los creyentes de Jerusalén era la nueva familia de Saulo. Entraba y salía de entre ellos con toda confianza. Eso sucede hermanos en el verdadero pueblo de Dios. Uno debe considerar a los demás como su hermano y hermana en Cristo. El verdadero creyente debe anhelar reunirse con la iglesia. Debe anhelar estar en la iglesia, en los estudios bíblicos, convivir con sus hermanos en Cristo. ¿Acaso hay algo más importante para el cristiano que crecer en el conocimiento de la Palabra de Dios y tener comunión con el pueblo de Dios? No, hermanos, nada debe ser más importante que eso. Si descuidamos la iglesia y la comunión con el pueblo de Dios es porque algo anda mal con nosotros. Reflexionemos y pongamos como prioridad reunirnos en la iglesia para aprender más de la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Pero Saulo no se limitó solamente a convivir y reunirse con la iglesia de Jerusalén, sino que Hechos 9:29 dice: “y hablaba denodadamente en el nombre del Señor”. Una vez más vemos que su nueva misión consistía en hablar de Cristo, predicar al Señor Jesucristo. Asimismo “hablar en el nombre de Cristo” significa que Saulo, como apóstol, no hablaba con su propia autoridad sino con la autoridad y poder del Cristo poderoso. La predicación apostólica consistía en predicar y enseñar la persona y la obra del Señor Jesús y con su autoridad. Si la iglesia antigua seguía el ejemplo de los apóstoles, nosotros también el día de hoy debemos predicar y enseñar a Cristo, y saber que la predicación en el nombre de Cristo conlleva la autoridad y poder de Cristo. En ese sentido, el cual es el sentido correcto, nuestra iglesia será verdaderamente apostólica.

Ahora observen algo interesante. Al igual que en Damasco, Saulo en Jerusalén predicaba y defendía el evangelio. No sólo proclamaba a Cristo, sino que entraba en diálogo con los no-creyentes y trataba de convencerlos de que Jesús era el Hijo eterno de Dios y el Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Su método era el mismo que usó en Damasco. Conversaba y discutía con los judíos que hablaban griego. Les mostraba con la Biblia que Jesús era el Salvador. Razonaba con ellos, conocía el Antiguo Testamento. ¡Cómo se necesita esta habilidad en los creyentes actualmente! Necesitamos leer la Biblia y poder dialogar con los que no conocen a Cristo, pero no podemos hacerlo si no leemos la Biblia, si descuidamos los estudios bíblicos donde se nos instruye en la sana enseñanza y nos apartamos de la vida de la iglesia.

Una vez más vemos también que la predicación verdadera de Cristo va a suscitar el odio de los enemigos. Los judíos que hablaban griego, dice Lucas, “procuraban matar a Saulo”. Como dijimos la semana pasada, los enemigos del evangelio empiezan escuchando con respeto el evangelio, pero al no poder refutar que aparte de Cristo están perdidos en sus pecados y que Cristo es el único camino de salvación, acuden a la violencia, incluso hasta el grado de matar a los cristianos. Pero no temamos, hermanos, ya que el Señor resucitado y todopoderoso siempre cuida de su iglesia y la ayudará a realizar su misión a pesar y por medio de la persecución.

Hechos 9:30 nos relata algo muy hermoso. Vemos la misma actitud del pueblo de Dios en Damasco como en Jerusalén en relación a Saulo. Es decir, se unieron para ayudarlo y lo libraron de la muerte. Ese es el pueblo de Dios hermanos. Un pueblo que ama a sus hermanos en Cristo, que ayuda a sus hermanos en Cristo y que protege a sus hermanos en Cristo. ¡Cuánto el Señor nos ha ayudado por medio de la iglesia! Cada uno de nosotros, unos más y otros menos, pero todos hemos experimentado la ayuda del pueblo de Dios. ¿No debería ser eso una razón poderosa para amar a la congregación y comprometernos con la congregación? Olvidar todo eso es ofender a Dios y a la iglesia que con tanto amor nos apoya. Ahora bien, no todas las iglesias son así. Unas solamente buscan su propio interés descuidando la necesidad de sus miembros o, peor incluso, aprovechándose de los hermanos. ¡Dios nos libre de eso!

Los hermanos se enteraron de los planes de los enemigos de Saulo para matarlo, y lo llevaron a la ciudad de Cesarea, y de allí lo enviaron a Tarso, la ciudad donde Saulo había nacido. Una vez más, el Señor libró a su apóstol. Y con esto llegamos al último punto.

El Señor bendice a su iglesia (9:31)

Hechos 9:31 nos resume las bendiciones que la iglesia recibe cuando el evangelio se predica con fidelidad, y cuando la iglesia vive en unidad y se preocupa genuinamente por sus hermanos en Cristo. Lucas reporta que “entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria”. 1) La primera bendición es la paz. Esta paz se refiere primeramente al hecho de que, por un tiempo, los cristianos ya no eran perseguidos por sus enemigos y podían reunirse con libertad y sin temor para adorar al Señor y estudiar la Palabra. ¡Qué gran bendición es que la iglesia no sea perseguida por sus enemigos hermanos! ¡Qué gran bendición de poder reunirnos para adorar a Dios y reunirnos para estudiar la Palabra de Dios! No despreciemos esta gran bendición de Dios. Aprovechemos la libertad de adoración y estudio para comprometernos con nuestra iglesia. Otro aspecto de la paz, sin embargo, tiene que ver con la relación armoniosa entre los creyentes. Es decir, no se peleaban entre ellos, no discutían ni se dividían; no se odiaban y despreciaban entre sí. La paz y la unidad interna del cuerpo de Cristo son tan importantes como estar libre de persecuciones externas.

2) Otra bendición es que las iglesias “eran edificadas”. Esta edificación se refiere al establecimiento y crecimiento interno de la iglesia. La paz permite que la iglesia se una y crezca internamente en conocimiento. Una iglesia saludable es la que internamente crece mediante el estudio de la Palabra de Dios para entender su fe y cómo debe vivir en el mundo. La manera en que cada uno de nosotros que formamos la iglesia seremos edificados es mediante la predicación de la Palabra, mediante los estudios bíblicos, mediante la lectura personal de la Palabra, mediante los devocionales familiares, etc. Una vez más, hermanos, esto es sumamente importante para nuestra relación con Dios. No podemos ser edificados si descuidamos la iglesia y sus actividades, ya que nosotros somos la iglesia y solamente en comunión con los demás hermanos podemos crecer.

3) Otra vez bendición es que las iglesias “andaban en el temor del Señor”, es decir, vivían temiendo al Señor Jesús. Habían desarrollado un estilo de vida diferente a la vida del mundo. Temer al Señor significa respetar al Señor, someterse al Señor, obedecer al Señor. No podemos vivir la vida entre semana como la viven los que no son creyentes si es que en verdad somos discípulos del Señor. Pero no podemos “andar en el temor del Señor” si descuidamos la comunión con los demás hermanos. Otra forma de entender esto es que las iglesias vivían en santidad, es decir, apartándose del pecado, de la influencia del mundo, de las malas opiniones de la gente, y buscando en primer lugar agradar al Señor en todo.

4) La cuarta bendición es que la iglesia “se acrecentaba”, es decir, crecía, aumentaba. Este crecimiento se refiere al crecimiento en número. Hay un crecimiento en conocimiento que resulta en un crecimiento en número, que más hermanos se agreguen a la iglesia. ¿Queremos ver más hermanos en Cristo congregándose en nuestra iglesia para la gloria de Dios? No olvidemos vivir en santidad, vivir en comunión con el pueblo de Dios, y obedeciendo a Dios. A veces la gente solamente quiere ver más gente en la iglesia descuidando una vida de conocimiento y santidad. Si mucha gente viene a nuestra iglesia pero no leemos la Biblia, no tememos a Dios, no crecemos en nuestro conocimiento de la sana doctrina, difícilmente ese crecimiento numérico será un crecimiento sano y agradable a Dios.

5) La última bendición es que la iglesia era “fortalecida por el Espíritu Santo”. Aunque esta bendición se menciona en último lugar parece ser más bien el fundamento de todo lo demás. Ser fortalecido por el Espíritu Santo aquí tiene la idea de que es el Espíritu Santo quien fortalece a su iglesia. Nadie más puede fortalecer a la iglesia para llevar a cabo su misión. El Espíritu Santo vive en la iglesia y actúa en la iglesia. Sin el Espíritu Santo y su poderosa actuación, la iglesia está muerta. Pero damos gracias a Dios que el Padre y el Hijo han enviado y derramado el Espíritu Santo quien vive en la iglesia, y nunca abandonará a su iglesia. Como iglesia de Dios vivimos y caminamos por el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien da vida a la iglesia, la capacita y dirige para dar testimonio de Jesucristo.

Conclusión

Así pues, en nuestro pasaje de hoy aprendemos una vez cómo el Señor Jesús protegió la vida de su apóstol. También aprendemos cómo el Espíritu Santo capacita y habilita a su iglesia para desarrollar su ministerio. Pero no olvidemos que nosotros somos la iglesia, y cada uno de nosotros debemos vivir en santidad y sometiéndonos a la voluntad de Dios. Cuando así suceda, entonces tendremos paz, seremos edificados y Dios hará crecer nuestra congregación más y más. Amén.

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