Autor: Dr. Cornelis P. Venema

Traductor: Valentín Alpuche

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:4-6).

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:4-6).

En este y otros artículos subsecuentes, me gustaría considerar los cinco puntos principales de doctrina que el Sínodo de Dort adoptó en su respuesta a la opinión arminiana de la elección. En el Primer Punto Principal de Doctrina, el Sínodo expuso la enseñanza de la Escritura sobre “la elección incondicional”.   

Como todos los cinco puntos adoptados por el Sínodo, el Primer Punto fue afirmado a fin de refutar la posición de Arminio y sus seguidores, los Remonstrantes. De acuerdo a la enseñanza de Arminio, Dios elige salvar antes de la fundación del mundo a aquellos a quienes Él ve de antemano que responderán con fe al llamado del evangelio para creer en Cristo. Lo que fundamentalmente distingue a aquellos que son salvos de aquellos que no lo son es que algunos libremente escogen creer y perseverar hasta el final. La elección divina está basada en, o es una consecuencia de, la obra humana de la fe evangélica. En un análisis final, Dios elige a aquellos que hacen méritos o merecen su elección en virtud de su fe evangélica. Debido a que algunos pecadores caídos se distinguen a sí mismos de otros por libremente escoger para creer, Dios los elige para salvarlos. En la concepción arminiana, la salvación no es concedida a los creyentes en Cristo como un don gratuito de Dios, sino como una recompensa por lo que Él ve de antemano que ellos harán. La elección está basada en la decisión de algunos pecadores de cumplir la “condición” de la fe. La elección no es ni soberana, ni de gracia ni inmerecida en el sentido propio de estos términos.   

En los primeros artículos del Primer Punto Principal, los Cánones resumen los aspectos más importantes del evangelio bíblico. Estos incluyen el hecho de que “todos han pecado en Adán y han llegado a estar bajo la sentencia de la maldición y muerte eterna” (Art. 1), que Dios ha manifestado su amor al enviar a su Hijo Unigénito (Art. 2), y que la ira de Dios continúa descansando sobre aquellos que no creen el evangelio de Jesucristo (Art. 3). Estas verdades suscitan la pregunta forzada, a la cual va dirigida la doctrina bíblica de la elección: ¿por qué algunos creen y se arrepienten ante la predicación del evangelio, pero otros permanecen en sus pecados y bajo la justa condenación de Dios?

La respuesta a esta pregunta en su nivel más profundo es la elección incondicional que Dios hace en Cristo de algunas personas para salvación: “El hecho de que algunos reciben de Dios el don de la fe dentro del tiempo, y que otros no, brota de la decisión eterna [de Dios]. Porque todas sus obras son conocidas para Dios desde la eternidad (Hechos 15:18; Efesios 1:11). De acuerdo con esta decisión, Dios por gracia suaviza los corazones –no importa cuán duros estén– de sus escogidos y los inclina a creer, pero por su justo juicio deja en su maldad y dureza de corazón a aquellos que no han sido escogidos” (Art. 6). La elección de Dios en Cristo es incondicional, una decisión totalmente por gracia e inmerecida de salvar a su pueblo. Dios no elige “sobre la base de la fe prevista (fe vista de antemano), de la obediencia de la fe, de la santidad, o de alguna otra buena cualidad y disposición como si su elección estuviera basada en una causa o condición requerida de antemano en la persona que será escogida, sino más bien para el propósito de la fe, de la obediencia de fe, y cosas parecidas” (Art. 8).

La importancia de la enseñanza de la elección incondicional no puede exagerarse. Como lo dijo una vez J. I. Packer: la doctrina de la elección preserva la sencilla verdad del evangelio de que “Dios salva a pecadores”. Los pecadores no se salvan a sí mismos. Solamente Dios salva –y ¡lo hace “antes de la fundación del mundo!” Cuando afirma esto, el Sínodo de Dort preservó la enseñanza bíblica de que la salvación es por gracia solamente. Y al mismo tiempo, el Sínodo de Dort provee un fundamento seguro para la confianza en la gracia invencible de Dios en Cristo. La doctrina de la elección incondicional nos provee un gran aliento en nuestro trabajo de preparar a nuestros estudiantes para el ministerio del evangelio. Lo hacemos con la confianza de que Dios usará la locura de la predicación para salvar a aquellos a quienes ha elegido (1 Corintios 1:18-31).

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:4-6).

En este y otros artículos subsecuentes, me gustaría considerar los cinco puntos principales de doctrina que el Sínodo de Dort adoptó en su respuesta a la opinión arminiana de la elección. En el Primer Punto Principal de Doctrina, el Sínodo expuso la enseñanza de la Escritura sobre “la elección incondicional”.

Como todos los cinco puntos adoptados por el Sínodo, el Primer Punto fue afirmado a fin de refutar la posición de Arminio y sus seguidores, los Remonstrantes. De acuerdo a la enseñanza de Arminio, Dios elige antes de la fundación del mundo salvar a aquellos a quienes Él ve de antemano que responderán con fe al llamado del evangelio de creer en Cristo. Lo que fundamentalmente distingue a aquellos que son salvados de aquellos que no lo son es que algunos escogen libremente creer y perseverar hasta el final. La elección divina está basada en, o es una consecuencia de, la obra humana de la fe evangélica. En un análisis final, Dios elige a aquellos que hacen méritos o merecen su elección en virtud de su fe evangélica. Debido a que algunos pecadores caídos se distinguen a sí mismos de otros por escoger libremente creer, Dios los elige para salvarlos. En la concepción arminiana, la salvación no es concedida a los creyentes en Cristo como un don gratuito de Dios, sino como una recompensa por lo que Él ve de antemano que ellos harán. La elección está basada en la decisión de algunos pecadores de cumplir la “condición” de la fe. La elección no es ni soberana, ni de gracia ni inmerecida en el sentido propio de estos términos.

En los primeros artículos del Primer Punto Principal, los Cánones resumen los aspectos más importantes del evangelio bíblico. Estos incluyen el hecho de que “todos han pecado en Adán y han llegado a estar bajo la sentencia de la maldición y muerte eterna” (Art. 1), que Dios ha manifestado su amor al enviar a su Hijo Unigénito (Art. 2), y que la ira de Dios continúa descansando sobre aquellos que no creen el evangelio de Jesucristo (Art. 3). Estas verdades suscitan la pregunta forzada, a la cual va dirigida la doctrina bíblica de la elección: ¿por qué algunos creen y se arrepienten ante la predicación del evangelio, pero otros permanecen en sus pecados y bajo la justa condenación de Dios?

La respuesta a esta pregunta en su nivel más profundo es la elección incondicional que Dios hace en Cristo de algunas personas para salvación: “El hecho de que algunos reciben de Dios el don de la fe dentro del tiempo, y que otros no, brota de la decisión eterna [de Dios]. Porque todas sus obras son conocidas para Dios desde la eternidad (Hechos 15:18; Efesios 1:11). De acuerdo con esta decisión, Dios por gracia suaviza los corazones –no importa cuán duros estén– de sus escogidos y los inclina a creer, pero por su justo juicio deja en su maldad y dureza de corazón a aquellos que no han sido escogidos” (Art. 6). La elección de Dios en Cristo es incondicional, una decisión totalmente por gracia e inmerecida de salvar a su pueblo. Dios no elige “sobre la base de la fe prevista (vista de antemano), de la obediencia de la fe, de la santidad, o de alguna otra buena cualidad y disposición como si su elección estuviera basada en una causa o condición requerida de antemano en la persona que será escogida, sino más bien para el propósito de la fe, de la obediencia de fe, y cosas parecidas” (Art. 8).

La importancia de la enseñanza de la elección incondicional no puede exagerarse. Como lo dijo una vez J. I. Packer: la doctrina de la elección preserva la sencilla verdad del evangelio de que “Dios salva a pecadores”. Los pecadores no se salvan a sí mismos. Solamente Dios salva –y ¡lo hace “antes de la fundación del mundo!” Cuando afirma esto, el Sínodo de Dort preservó la enseñanza bíblica de que la salvación es por gracia solamente. Y al mismo tiempo, el Sínodo de Dort provee un fundamento seguro para la confianza en la gracia invencible de Dios en Cristo.

La doctrina de la elección incondicional nos provee un gran aliento en nuestro trabajo de preparar a nuestros estudiantes para el ministerio del evangelio. Lo hacemos con la confianza de que Dios usará la locura de la predicación para salvar a aquellos a quienes ha elegido (1 Corintios 1:18-31).

(Lea el artículo que sigue acerca de la Expiación Definida)

Vea el documento que comenta este artículo, Los Canónes de Dort.